XXXIV: EL LEÓN Y LA SERPIENTE

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07 DE AGOSTO DEL 2000.

Harry salía de la Mansión Parkinson junto al resto del equipo de aurores cuando Ploppy se apareció en su camino. La mancha de sangre seca llamó su atención de inmediato, llegando a pensar que tal vez la criatura había sido lastimada durante el enfrentamiento.

— ¿Ploppy? —Ron reconoció al elfo doméstico de su esposa. Desde que se habían marchado de la Mansión Parkinson no lo había vuelto a ver y por lo que oía de Luna y Theo, Pansy tampoco—. ¿Estás herido?

Las orejas del elfo se movieron como solapas de un lado a otro, chocando contra cada lado de su redondo y largo rostro. Los ojos café se enfocaron en Harry.

— Harry Potter debe venir con Ploppy... Ama pidió verlo... Ama está muy mal... Anita llora mucho... Ploppy no quiero que Anita llore.

Los sollozos del elfo también llamaron la atención del resto de los integrantes. Harry miró a Ron, quién no supo que decir.

— Dices, ¿«ama»? Entonces, ¿sabes dónde están las mujeres Parkinson? —preguntó el azabache. El elfo asintió con los ojos llorosos.

— Ploppy, sabe, sí... Pero Ploppy solo puede decirle a Harry Potter, a nadie más —bajó la voz—. Harry Potter viene conmigo, quiera o no.

Sin dar tiempo a reaccionar, el elfo doméstico se encaramó en la espalda de Harry y para cuando se dió cuenta, estaba en una cabaña con la mirada llorosa de Pansy sobre él.

Por un instinto moral, se acercó a ella y a su madre, que por lo que veía, estaba bastante mal.

— Parkinson, tú elfo doméstico me ha traído aquí —dijo un tanto eséptico y molesto por ser llevado a la fuerza sin darle tiempo de razonar la situación—. Tu padre ha sido arrestado, al igual que tres sujetos implicados en varios hechos asociados con los nuevos Mortífagos... Pueden regresar sin miedo... Podemos llevar a tu madre a San Mungo y...

Aunque Pansy estaba de acuerdo con lo que decía Harry, el grito negativo de Isabella los detuvo.

— ¡No! N-necesitan saberlo... —Isabella enfocó sus ojos en Harry, y con una sonrisa nostálgica, añadió—: Tienes...

—... Los ojos de mi madre... —le habían dicho tantas veces esa frase que ya sabía de ante mano lo que Isabella Parkinson diría.

Pero no pudo estar más equivocado. Isabella Parkinson negó, con la misma sonrisa.

— Tienes el cabello y las cejas de tu padre, igual que su sonrisa... —Harry no esperaba eso. Siempre le habían dicho que sus ojos eran iguales a los de su madre y que mantenía un fuerte parecido con su padre, pero ninguno, si quiera Remis o Sirius le detallaron en qué se parecían.

— ¿Usted conoció a mis padres? —preguntó curioso. Pansy se mantenía atenta a la respuesta de su madre.

— Era un año menor que ellos..., pero sí, los conocí —de sus ojos brotaron dos pares de lágrimas—. Tomenlas... Pansy, allá atrás hallarás el pensadero de Severus... —al ver la reacción de Harry, aclaró—. Sí... Estamos en el antiguo hogar de Severus Snape...

Pansy obedeció y fue por el pensadero. El cual Harry detalló, recordándolo como el pensadero que Snape usaba para vaciar su mente cuando le enseñaba a usar Oclumancia en su quinto año en Hogwarts.

— ¿Qué quieres que veamos, madre?

Isabella miró a ambos.

— La... verdad, hija... Y cuando sea el momento, unan sus manos... Allí entenderán todo... O eso espero...

Ley Matrimonial Mágica: "Siempre Fuiste Tú".  [TERMINADA]Where stories live. Discover now