Baile improvisado

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—¿Hasta aquí ha llegado nuestro viaje? Pensé que íbamos a tener otra aventura como la de hoy —le dije, bromeando, intentando hacer que cambiara de opinión.

Ella estaba furiosa, se veía incluso muy bonita, los últimos rayos del sol le apuntaban directamente a la cara y pude observar la belleza de su rostro.

—No creo que sea buena idea irte a esta hora. Ya casi llega al anochecer y primero debemos buscarte algún transporte con el guardabosques para que te pueda llevar a algún lugar.

—No había pensado en eso. Tienes razón —dijo con un tono más calmado.

Entramos a la cabaña, y la temperatura del termómetro bajaba cada vez más. Así que fui directamente a la cocina para preparar un poco de chocolate para pasar la noche. Ella se sentó en la mesa, esperando que estuviera listo.

—¿Sabes qué puede mejorar este ambiente? —preguntó.

—¿Qué cosa?

—Música ¿tendrás algo para colocar música?

Señalé una vieja radio que estaba cerca de la nevera. Ella la tomó y comenzó a presionar los botones para encenderla. Creo que era señal de baja frecuencia porque se podía escuchar un ruido que no decía nada. Comenzó a mover más los botones, y el ruido iba cambiando de tono, cada vez estaba más cerca de encontrar algo qué escuchar. Hasta que por fin sintonizó una especie de estación que tenía música de los ochentas o noventas. Comenzó a sonar "Chasing Cars" de Snow Patrol. Y supe que era eso porque ella luego me dijo qué banda era.

Comenzó a bailar por toda la cabaña, se subía a la cama y tomó el tronco que previamente se había llevado para darle una lección a su productor, lo usó como una especie de micrófono y cantaba con los ojos cerrados. Sentía cada palabra, cada tono. Yo la observaba como si estuviese en un concierto privado, como si hubiese comprado todos los boletos de una cantante a quien siempre quise escuchar, como si fuese el fan número uno de la esperanza del RockAndRoll y que tenía pósters de sus conciertos en mi habitación. Quise que me cantara la noche entera, o si era posible aunque a esas alturas quería que durara toda la vida.

La canción terminó, y ella sudaba, aunque el ambiente era muy frío y no habíamos encendido la chimenea para calentar la habitación. Estaba exhausta, realizada, como si hubiese cantado la última canción del primer concierto de su gira mundial. Cantaba muy bonito, pensé en lo tonto que habían sido los demás por no apreciar la voz de alguien tan talentoso como ella.

El chocolate se me rebasó, y la cocina se hizo un desastre, estuve tan atento al concierto que no me percaté de lo que estaba haciendo. Ella corrió a socorrerme, tomando algunos paños para limpiar el desastre que había hecho.

Entonces, en medio de todo el caos, nuestras manos se rozaron. Nos vimos un poco apenados, nuestras miradas se cruzaron y no hacía falta decir nada más. Continuamos limpiando como si nada hubiese pasado, y terminé de servir el chocolate. Nos sentamos para beber sin decir palabra alguna. Al terminar, me levanté para encender la chimenea para no morir de frío. La radio aún seguía tocando canciones, de pronto escuchamos que el locutor comenzó a emitir un comunicado en el que informaba que en el sector donde nos encontrábamos se aproximaba otra gran tormenta, como la del día anterior cuando ella tocó a mi puerta.

Al terminar de escuchar el boletín, ella apagó la radio.

—Tal parece que mañana tampoco voy a poder salir de aquí, estamos solo tú y yo —dijo, con un tono triste.

—Lo lamento mucho —le dije, terminando de encender la chimenea—. Podemos llamar a la agencia de alquiler para pedir una cabaña solo para ti —comenté, mientras intenté acercarme al teléfono para marcarle. Lo cual interrumpió diciendo.

—No, no lo tomes a mal, no es por ti, es por mí. ¿sabes? —dijo, mientras colgó el teléfono que previamente yo había tomado.

—Sí sí, te entiendo —le dije con un tono más relajado.

—Es que... te cuento, no me gusta sentirme encerrada. Y ahora sin mis documento es como si estuviese atrapada al doble. Pero... —Se quedó fija viendo como las llamas del fuego consumían los troncos—, sé exactamente donde está mi productor con mis documentos. Y si me acompañas en esta nueva aventura, podemos recuperar lo que me pertenece y luego prometo no salir de aquí hasta que terminemos tu novela.

Observe cómo de su mirada se reflejaba el fuego, era el mismo que sentía su alma, a lo cual acepté sin pensarlo dos veces.

—En lo que pase esta tormenta vamos por esa nueva aventura.

Durante una tormenta en AlaskaKde žijí příběhy. Začni objevovat