08: Hora de la fiesta

338 48 63
                                    

¿Qué tenía en la cabeza cuando terminé aceptando? Yo no era una persona muy conocida, no tenía muchos amigos y mantenía bajo control mi vida como prostituto en Blane's, pero... ¿Cómo mierda debía actuar cuando me encontraba en una especie de limosina con Aage y Roswell Dorrance?

Ambos se encontraban vestidos con unos trajes que por seguro costaban más que mi vida, otorgándoles una imagen de Dioses inalcanzables. Miré mis ropas que había comprado para la ocasión, me sentía como una cucaracha al lado de ellos.

—¿Algún consejo? —murmuró Ros, acariciando su mentón—. Solo mantén un bajo perfil, la mayoría de los invitados son empresarios orgullosos o famosos engreídos, por lo que oler a un Omega recesivo solo hará que te coman con la mirada.

Observé a Aage con ganas de morir. El Alfa simplemente suspiró sin quitar su vista de la ventana.

—Solo quédate a mi lado y nada malo ocurrirá—dijo con tranquilidad.

Volví mi vista a Ros, este se encogió de hombros.

—Yo solo decía—comentó—. De igual forma, saluda solo cuando ellos te saluden. Ignora a todo el mundo como lo hace Aage.

—¿Estarás con nosotros? —Le pregunté a Ros con la pequeña esperanza de no estar completamente a solas con Aage en un mundo de desconocidos.

Pero el maldito negó con su cabeza.

—Me encontraré dándome unas vueltas por ahí—respondió. Aage lo observó de reojo.

—Ten cuidado.

Roswell pegó su vista a su hermano mayor, sonriendo con malicia.

—Si me necesitas solo dilo y llegaré a tu lado—dijo este finalmente. Aage asintió.

—Eso espero.

De verdad estaba de los nervios. Me concentré en la vista que daban las ventanillas polarizadas de la limosina, para luego volver a caer sobre los gemelos frente a mí que se encontraban tan tranquilos que me ponían más nervioso de lo que estaba.

Recordé las palabras de Aage cuando me invitó a ser su acompañante.

—¿Qué tipo de fiesta? —pregunté curioso.

—Una simple reunión de familias empresarias y famosas, algo para relajarse diría yo—empezó a decir—. No debes preocuparte, tampoco es que duremos toda la noche.

Aage se levantó del sofá, acercándose con un paso desinteresado a mí para poder inclinarse, quedando a pocos centímetros de mi rostro y preguntarme sin ocultar su burla:

—¿O es que tienes miedo?

Miedo mis pelotas. Aunque creo que debería empezar a controlar mi instinto competitivo cuando se trata de cosas de muerte, en especial cuando se trata de Aage.

En especial cuando se trata de los Dorrance mismos.

Volví a moverme con nerviosismo en mi asiento, mientras intentaba mantenerme al margen frente a ellos. Hasta que muchas voces reunidas llegaron a mis oídos, llamándome a ver por la ventanilla. Habíamos llegado.

—Creo que tenemos público—comentó Ros con sarcasmo.

Eran cientos de periodistas con sus cámaras al alza abalanzándose hacia la limosina para ver quién acababa de llegar.

—¡Son los Dorrance! —exclamó un chico emocionado.

Me giré hacia Aage con evidente sorpresa, ¿cómo nos habían visto? ¿Acaso lograron vernos?

RiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora