05: Servicio a domicilio

388 45 69
                                    

Pero, después de todo, la envidia era uno de los pecados más comunes.

—Por mí, que todos se pudran—soltó Luke, molesto con los brazos cruzados sobre su pecho—. Ah, menos Vero y tú, claramente.

Tomé una suave calada de mi cigarrillo, asintiendo al comentario de la antorcha humana.

—Tampoco podemos culparlos—siguió hablando Verónica—, Aage es un bombón andante.

Solo había pasado 2 semanas desde que empecé a trabajar para Aage, pero ya se había convertido en todo un caso en Blane's.

Luke frunció sus labios. Verónica volvió a suspirar con cansancio mientras se levantaba del sofá de la zona de descanso.

—Pero ya no deben preocuparse, chicos—siguió hablando la tetona intentando mejorar nuestro humor de perros—. Ya les dejé en claro que no acepto ninguna clase de pelea por el mero hecho de quién se acuesta con quién. 

Pero nosotros seguíamos molestos. 

—¡Ahhh, esto es agotador! No me tienen misericordia—se lamentaba la chica—. Lo peor de todo es que no es la primera vez que ocurre algo como esto. Cuando Roswell Dorrance se presentó en busca de una chica Beta también fue todo un dilema. Ah, sigo recordando el maltrato que recibieron las pobres seleccionadas.

—¿Fue por eso que despidieron como a cinco chicas en el sector de Michelle? —pregunté, recordando un viejo chisme que había llegado a mi zona hace unos meses atrás, contando como la gerente a cargo, Michelle, tuvo que intervenir en una pelea.

Verónica asintió.

—Estos Dorrance, siempre causando albortos por donde pasen—soltó la Beta entre un nuevo suspiro.

Volví a darle una calada a mi cigarrillo.

—Ni me lo digas, Vero—respondí.

Esto estaba siendo agotador.

Cada día no faltaron los chismes entre el personal tóxico del recinto, incluso había llegado a otro sectores, causando que no me salvara de las miradas pasara por donde pasara. Por suerte, he conseguido evitar alguna pelea aunque esté hirviendo por dentro. Qué debo decir de Luke, el pobrecito al menos tampoco se ha metido en problemas.

Tenía tantas ganas de gritarle al mundo que no era mi culpa, pero tenía que mantenerme al margen. De todas formas, no tuve opción y tampoco podía evitarlo. Al paso del tiempo, Aage comenzó a presentarse al menos una vez por semana, dejándome impregnado por esas feromonas que causaban tantos dramas.

Pero lo peor, es cuando tenía que atender a otro cliente después del Alfa.

—¿Qué es este olor? —preguntó Max, otro hijo de empresarios con dinero, una de mis nuevas víctimas.

—No es nada, solo ignóralo—dije sin importancia, arrodillándome frente a él—¿Tienes un condón?

El Alfa hizo ademán de buscar el preservativo en su bolsillo trasero, entregándomelo. Lo abrí sin problemas.

—Sigue siendo curioso—habló este, observándome meterme el condón dentro de la boca—. Muy pocas personas de aquí piden el uso de condón obligatorio en sus clientes sin tener alguna enfermedad de trasmisión sexual.

Me acerqué a su reciente erección, colocándole el preservativo con mi boca. Max soltó un suave jadeo.

—¿Qué quieres que te diga? Todos los días vamos a encontrar algo nuevo—respondí con mi voz lasciva, volviendo a acercarme a su pene—. Ahora, ¿Qué dices si mejor me robas gemidos en vez de palabras?

RiotΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα