32. Chica problema

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Me tranquilicé e intenté canalizar mi tristeza en ira

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Me tranquilicé e intenté canalizar mi tristeza en ira. Demostré mi molestia entrando con pasos pesados a la dirección y me tiré a una silla cruzando los brazos. No necesité levantar la vista para saber que el director ya ponía la mueca de fastidio de cada vez que me veía.

—¿Ahora qué hiciste? —preguntó. El maestro de ciencias entró detrás de mí y respondió antes de que yo lo hiciera.

—Golpeó a un compañero.

—¿De nuevo?

—Me estaba defendiendo, el imbécil me tocó por debajo de la falda.

—Así que no te arrepientes —dijo el director acomodando unos papeles y sin dirigirme la mirada.

—Claro que me arrepiento, ¡de no haberlo golpeado más fuerte! ¿Qué se supone que debía hacer? —le pregunté a ambos varones, indignada, porque sabía que iban a ponerme una excusa.

—Pedirle que no lo haga y si continúa avisar a un maestro —no me sorprendió la estúpida respuesta del director.

—¿Es en serio? ¿Me agreden sexualmente y debo pedir por favor que no lo hagan?

—Tal vez fue un mal entendido, el problema es que eres una muchacha que reacciona con mucha violencia, y las cosas no se solucionan así.

Eso era todo, yo iba a solucionar las cosas a mi manera entonces. Tomé mi celular y empecé a grabarme.

—Estoy en mi colegio, donde un chico llamado Gabriel Hernández me agredió sexualmente, y ahora estoy con dos hombres adultos intentando quitarle peso al asunto y buscando culparme por haberme defendido.

El maestro intentó quitarme el celular, pero lo esquivé y enfoqué a ambos. El director se levantó del escritorio y entre ambos me quitaron el teléfono.

—¡Qué demonios te pasa! Está prohibido filmar aquí.

—No pueden prohibirme filmar, me están agrediendo y tengo derecho a tener pruebas y ni se molesten en borrarlo, lo transmití en vivo —mentí, el wifi del colegio era tan pésimo que si quería transmitir en vivo habría tardado como tres minutos solo en conectarme a una red social.

—Basta, a nosotros no nos vas a amedrentar con tener famita en internet o a sacarnos la carta feminista —sentenció el director. —No voy a expulsarte, pero sigues advertida. Si tienes problemas habla con un maestro y tal vez deberías considerar no provocar a los varones, son adolescentes y algunos nos controlan las hormonas.

No iba a responder a eso, porque al siguiente que iba a golpear iba a ser al director. Le quité mi teléfono y salí de ahí. Regresé al aula y cínicamente me puse los audífonos. Gabriel y sus amigos me miraron con burla, el maestro no se animó a decirme nada y así permanecí hasta el final del día, al fondo del salón, sin despegar los ojos de la pantalla de mi celular e ignorando a todos.

Un regalo Para GreciaWhere stories live. Discover now