1. Ser un idiota

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Exhausto, no había mejor palabra que describiese cómo me sentía; tan simple y tan cierta

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Exhausto, no había mejor palabra que describiese cómo me sentía; tan simple y tan cierta. Los exámenes de fin de semestre se me habían juntado con los últimos partidos de la temporada.

Más que nunca debía equilibrar mi tiempo entre los estudios y los entrenamientos con el equipo de básquetbol de la universidad. Yo era el capitán, el jugador estrella como muchos me decían, y la presión por ganar el último partido ya pesaba sobre mis hombros.

Mi consuelo: ese era el penúltimo entrenamiento antes del gran partido, después solo debía encargarme de los estudios, bueno, no era un tan grandioso consuelo, pero al menos el cansancio físico terminaba.

—¡Buen trabajo Cohen, seguro ganamos el domingo! —me gritó el entrenador al finalizar la práctica.

Me senté en la banca, tomé un sorbo de agua y como era costumbre me fijé en las graderías. Un grupo de chicas me esperaban; Lorena entre ellas; una estudiante de medicina que se había empecinado en salir conmigo. De no haber sido porque estaba seguro que su interés en mí iba por querer hacer crecer sus seguidores en redes sociales, que habría salido con ella, y quien sabe, tal vez algo más. Pero ya había aprendido que las últimas personas con quienes debía vincularme era con aquellas que me buscaban por mi fama.

Ignorando sus intentos por llamar mi atención, busqué en el otro extremo a quien siempre estaba allí esperándome: Grecia, una de las mejores amigas de mi hermano menor. Desde hacía cuatro años que ella asistía a todos mis partidos para compartirlo en mis fanpages. Ella sí era una influencer que había crecido gracias a un canal de cocina y a hacer acrobacias en skate con mi hermano, una combinación extraña que les había traído a ambos muchos seguidores.

Era algo así como una pequeña amiga, mi fan número uno. Era divertido pensar en el pasado y mirar al presente; Grecia no había cambiado, físicamente sí, pero su alma seguía intacta, con aquella pureza e inocencia de una niña de once años. Igual que en esos tiempos corrió por las graderías sosteniendo su cámara. Del colegio a la universidad ella realizaba un viaje de casi una hora y, pese a la distancia, llegaba a tiempo, siempre con algún bocadillo fresco que había cocinado solo para mí.

A Grecia le encantaba cocinar y a mí me encantaba comer ¿podía ser más perfecto?

— ¡Estuviste genial Tiago! ¡Seguro ganamos el domingo! —Con su inconfundible optimismo se acercó a mí y sacó de su mochila el tupper de plástico con las galletas de ese día.

Sin pensarlo tomé una.

— ¿De qué son? —pregunté con cierto desagrado, esperando encontrarme con chips de chocolate mordía algo pequeño y arenoso.

—Son integrales, el partido está cerca, necesitas micha fibra y carbohidratos —me explicó mientras me grababa. Además de ser mi pequeña fan se atribuía el título de mi dietista personal y conejillo de indias para recetas que luego compartía en su canal.

Un regalo Para GreciaWhere stories live. Discover now