Tiago ve a Grecia como a la pequeña amiga de su hermano menor; pero el tiempo pasa, los sentimientos cambian y ahora es Tiago quien lucha por conquistar a Grecia.
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Clases, entrenamiento, ensayo de la banda, grabaciones, presentaciones, partidos, tareas, exámenes, viajes... Mi vida se había convertido en un auto de carreras sin frenos. Empezaba a entender por qué Ian y mi hermana habían dejado la universidad. Con todas las cosas que debía hacer, hasta lo había considerado yo también, pero solo pensar en los dos años y medio de estudios que llevaba y que solo me faltaban dos para egresar, que decidí seguir adelante. Retomar la universidad años más tarde, sería como empezar de cero, y también significaría dejar el equipo de basket y eso era algo que realmente me gustaba. De haber podido, me habría dedicado de entero a ello, pero desafortunadamente el basketball no era un deporte muy popular en mi país como para hacer una carrera de ello y era consciente de que ser buen jugador aquí, no significaba estar al nivel de profesionales de otros sitios donde este deporte sí se toma en serio. Así que mejor ser un pez grande en un estanque pequeño.
Lo bueno de estar viviendo solo, era que en mis ratos libres, que no eran demasiados, sí podía llevar amigos. Algunos para hacer trabajos de la universidad y otros para simplemente jugar videojuegos. Después de las presentaciones de la banda los jueves y viernes tenía la oportunidad de beber o pasar el rato en el pub.
El inicio de semana por supuesto era lo peor. Pese a que procuraba dormirme temprano los domingos, sentía que no había cargado la suficiente energía. Ese día me sentía así. Miré la hora, ya eran las once de la mañana. Me había quedado dormido y perdido dos clases de la mañana.
Froté mi cara, ya no había nada que hacer. Aprovecharía de descansar un rato, pero obviamente algo debía interrumpir mis planes. Recibí un mensaje extraño de mi hermano.
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Daniel: di que nuestros padres están de viaje
Solo eso decía. Hundí mi cabeza en la almohada para gruñir un rato. Daniel se había metido en algún problema.
Un número desconocido llamó y contesté seguro que tenía relación con Daniel, solo esperaba que no lo hubiesen arrestado, de nuevo.
—Buenos días, ¿es el señor Tiago Cohen? —preguntó una voz muy formal al otro lado del teléfono y enseguida lo reconocí. Era el director del colegio de Daniel.
