14. La pequeña Ash

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El tiempo parecía pasar de manera vertiginosa

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El tiempo parecía pasar de manera vertiginosa. Entré a la universidad y los entrenamientos de basket que ya habían empezado, apenas tenía tiempo para nada, y otra preocupación comenzaba a surgir.

Ya había pasado cuatro meses desde que había filmado algún video o realizado alguna promoción. Teníamos algunos videos ya grabados que fui subiendo, mas nada nuevo y no había forma de decirle a Ian y Sophie que filmáramos algo. Para ellos eso no era un problema, se habían alejado por completo de las redes, pero para mí era mi fuente de ingreso principal. Todo el dinero que había ganado con Transalterna, el programa en el que actué unos años atrás, lo tenía guardado para pagar la universidad, pero el resto de gastos los cubría con lo generado en el canal. No podía ponerme a filmar solo porque la verdad no sabía qué hacer. Yo no era precisamente el más creativo de la familia. Eso era cosa de Sophie y Daniel. Mi hermana era quien se mantenía al día con tendencias, tenía ideas divertidas y nos decía qué hacer. Yo solo le seguía el juego.

Ella también generaba mucho con su canal de música, y si bien yo sabía tocar la guitarra y cantar, para monetizar eso debía interpretar canciones propias, y menos iba a ponerme a componer. Debía ir pensando en algo, o dentro de un tiempo me vería sin dinero.

Al menos no estaba pagando alquiler, me había mudado definitivamente al departamento de Ian, al menos mientras lo vendía, pero disimuladamente ya le estaba metiendo a la cabeza irme con él al próximo que comprara. Eso también me reducía todos los gastos de servicios básicos ya que él los pagaba, pero en algún momento se daría cuenta y me empezaría a cobrar.

Vivir con Ian era como vivir solo. Desde que se había separado de mi hermana que se encerraba en su habitación a estudiar y trabajar. Había decidido regresar la universidad y tomaba demasiadas materias para ponerse al día, aunque yo sabía que en realidad quería mantenerse ocupado. Cuando no estaba en clases o estudiando, estaba al teléfono manejando los negocios que tenía y revisando cuentas. Él y Sophie manejaban fundaciones de ayuda, además del refugio de fauna silvestre, tenían otra de ayuda a niños enfermos y proyectos de desarrollo productivo para las familias de estos. Sobre todo les iba bien con una empresa de ropa y accesorios ecológicos y una pizzería, que administraban a medias con mi madre y que un par de años atrás habían convertido en una cadena.

Sophie se había desligado por completo de ello, y era Ian quien lo manejaba solo. Le ofrecí mi ayuda en reiteradas ocasiones, pero él se negaba. Mientras más trabajo y cosas tuviese por hacer, menos pensaba en Sophie.

Esa tarde revisaba de nuevo si Grecia me había desbloqueado. Había pasado un mes. Estaba considerando llamarla desde otro número, pero no quería ser un acosador.

Ian llegó directo a encerrase a su habitación, ordenándome pedir algo para comer.

—Claro, ¿está bien pollo? —le pregunté.

—Lo que sea —fue su escueta respuesta.

—¿Tu tarjeta? —Le pedí para pagar. El me señaló la mesa. La tomé con cuidado antes que se diera cuenta que por semanas toda la comida la pagaba él y cerré la puerta.

Un regalo Para GreciaWhere stories live. Discover now