Capítulo 5: Secretos

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Las lápidas languidecían bajo el mezquino sol de la mañana. Suzaku desfilaba entre ellas con aspecto sobrio. Su mano sujetaba un ramo de flores. Entró a la parcela que era propiedad de su familia y se paró delante de la tumba de mármol blanco cuyo epitafio rezaba:

En memoria de Genbu Kururugi

18 de mayo, 1973 — 30 de agosto, 2011

El bambú puede flexionarse, pero jamás romperse

Se hincó en una rodilla y depositó el ramo. Apoyándose en su puño derecho, permaneció en esa posición por unos segundos. Al lado de la lápida, estaba enterrada su madre. Fue su última voluntad. Un poco más lejos descansaban sus abuelos. El resto de su familia yacía en Japón. Suzaku pudo notar que el terreno había sido cuidadosamente segado y que las flores silvestres crecían en abundancia alrededor de las tumbas. Si guardaba silencio era posible escuchar a los barcos pasar, así como también vislumbrar el agua del mar extendiéndose más allá de las colinas. Evitando el sentido macabro de la frase, era un hermoso lugar para descansar por la eternidad.

—Hola, papá. ¿Cómo estás? Te informo que estoy cada vez más cerca de lograr mi propósito de desmantelar la ciudad de la corrupción. Estoy trabajando por fin en un caso que involucra a Britannia Corps. No es fácil, pero no me detendré. Veré que Charles zi Britannia pague por sus crímenes. Tengo que hacerlo por Lelouch y Nunnally. Ojalá estés orgulloso de mí.

Euphemia salía de la cripta de la familia Britannia justamente. Por coincidencia, había escogido ese día para ir al cementerio y se había puesto unas gafas oscuras y un vestido corto con volantes acorde a la ocasión para evitar ser reconocida. Ella había llegado dos horas antes y estaba por irse cuando alcanzó a oír alguien hablar. Atraída por la curiosidad, siguió aquella voz que la condujo a la parcela de los Kururugi donde estaba Suzaku.

—¿Fiscal Kururugi? —preguntó con suavidad, queriendo cerciorarse. Se quitó los lentes un momento.

El aludido se calló y se giró sobre sus talones al reconocer aquella voz dulce. La joven se arrepintió de haber llamado su atención: a lo mejor habría interrumpido un momento privado.

—¿Señorita Euphemia? —inquirió, sorprendido.

—¡Lo siento! No era mi intención molestarte —exclamó, avergonzada, echándose para atrás.

—¿Molestarme? Usted nunca podría hacerlo —la sonrisa alegre que Suzaku dibujó en su rostro la animó a proseguir. Con timidez, se ubicó junto a él.

—Te dije en la fiesta que me tutearas. No me gusta cuando se refieren a mí como usted. ¿Tú estabas conversando con tu padre? —indagó mirando la lápida. Él la imitó, inconsciente.

El nombre inscrito en el mármol le sonaba de una historia que le contaron. Era el presidente de una pequeña empresa de bombillos afiliada a Britannia Corps. Por un conjunto de malas de decisiones, llevó a su compañía a la bancarrota y, destrozado, se quitó la vida, dejando a su único hijo a su suerte.

—Eh, sí —farfulló, rascándose la nuca—. Es una costumbre. Siento que cuando lo hago estoy con él. Seguro pensarás que estoy loco.

—No —lo corrigió, sonriéndole con cariño—. Pienso que es normal que no quieras romper el vínculo con tu padre. Es una idea tierna, además. Debería intentarlo con mi madre.

—¿Fue por ella que viniste? —preguntó, volviéndose hacia ella.

—Sí, hoy es el aniversario de su muerte.

—Lo siento —susurró con el temor de haber alcanzado una fibra sensible que la haya perturbado.

—Está bien. No logré conocerla bien porque murió cuando era pequeña —confesó. La tristeza infló su pecho y exhaló profundo—. ¿Tú sí conociste a la tuya?

Code Geass: BloodlinesWhere stories live. Discover now