Capítulo 34: Promesa

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Las campanas de la catedral despertaron a los ciudadanos de Pendragón al entonar una simpar melodía y su eco continuó propagándose con creces por los bulevares y los callejones el resto de la mañana. Pero, ¿por qué doblaban hoy las campanas? ¿Acaso estaba celebrándose alguna fiesta? ¿O era un llamado a los fieles a la misa que buscaba excitar sus ánimos a la devoción? Sí, eso debía de ser. De otra manera el tañido de las campanas no sería tan alegre ni efusivo. Los vicarios de Dios decían que los demonios detestaban las campanas. En especial, Lucifer. En teoría, porque las campanas encarecían la belleza y la adoración divina y Lucifer aborrecía todo lo hermoso y lo sagrado. Un sofisma que evidenciaba la ignorancia de estas eminencias religiosas. Lucifer era el ángel más bello de las esferas celestiales. ¿Por qué otra razón el mal resulta tentador, sino fuera atractivo? Las campanas son las que deberían estar celosas de los demonios. No al revés. En suma, los demonios no desdeñaban la belleza. Todo lo contrario. La veneraban. El son de las campanas le agradaba mucho a Lelouch, que se consideraba a sí mismo un demonio, aun si él ya no era tan apuesto como antes. A su juicio, era un himno que ponderaba su gloria.

Las campanas tocaron el día de su nombramiento como copresidente de Britannia Corps, el cual se llevó a cabo de forma discreta prescindiendo de las típicas ceremonias presuntuosas. Le fue inevitable a Lelouch reprimir una sonrisa triunfal. Sabía el resultado de la votación de antemano. No obstante, no imaginaba que esta situación vería la luz luego de su conversación con Schneizel en su auto. Había llegado más lejos en ese tiempo tan corto que lo que hubiera llegado en el mismo tiempo según su plan original. Pues en dicho caso Lelouch no se hubiera vuelto presidente, apenas habría sido un abogado del montón de la firma legal de Britannia Corps. Por lo tanto, Lelouch se permitió disfrutar el momento acortando deliberadamente sus pasos hacia su oficina a fin de exprimir su éxtasis por un par de minutos más la primera vez que se encaminó a ella. No se sentó de inmediato cuando entró por eso mismo. Se entretuvo admirando el entorno lujosamente amueblado y las grandiosas vistas panorámicas y, al final, ocupó la silla delante de su escritorio.

Posteriormente, el presidente Lelouch convocaría una rueda de prensa en que daría a conocer sus verdaderos lazos de sangre, su designación y su promesa de reencauzar a Britannia Corps a la buena dirección. El anuncio no dejó indiferente a nadie, lo que desencadenó una ola de chismes. Todos en la ciudad tenían algo qué comentar del presidente: ora su cualidad de bastardo, ora su estadía fugaz por la prisión, ora su relación incestuosa con la difunta socialité Euphemia li Britannia. Incluso el presidente Lelouch leía en los rostros de sus empleados la perplejidad. A veces también encontraba curiosidad. Les costaba comprender por qué la junta de socios había votado por Lelouch. Eso fue porque no estuvieron en la reunión privada que el abogado Gottwald programó ni conocían la existencia del Geass y su mecanismo: sino, sabrían que los socios estaban bajo la influencia del Geass. Los empleados no ocultaban su reticencia por que un recién llegado asumiera la presidencia debido a su consanguinidad. Ni cuando el presidente Lelouch estaba relativamente cerca, se contenían en susurrar o dirigirles miradas furtivas. El presidente no se dejaba intimidar y se limitaba a cumplir su trabajo.

Aquellas semanas en que anduvo desaparecido, Lelouch estaba poniéndose al día con el estado actual de la empresa y sus filiales y preparando un plan con ayuda del abogado Gottwald para presentarlo en la próxima reunión de socios. Básicamente, iba a proponer transformar Britannia Corps en una sociedad cartera. Debido al compromiso de Schneizel con la presidenta Shamna, la fusión de Britannia Corps y la Fundación Zilkhstan era un hecho que sucedería eventualmente. Con lo cual las condiciones eran propicias para que Britannia Corps adquiriera mayor poder. Así pues, el presidente estuvo trabajando en su despacho hasta sentir que las retinas se le quemaban de tantas horas que pasaba enfrente del monitor de su computadora desde su incorporación. Tal dedicación le granjeó el respeto de algunos empleados. El nuevo presidente se percató por el recibimiento más cordial y sincero que le brindaban nada más al arribar a la empresa. Previó que si mantenía ese ritmo a la larga obtendría la aprobación de todos. Pero no la quería ni planeaba quedarse. Una lástima porque comenzaba a acostumbrarse a ese trato especial.

Code Geass: BloodlinesWhere stories live. Discover now