Capítulo 39: Ejecución

39 5 39
                                    

El presidente Schneizel se presentó al lado del abogado Waldstein en su reunión con el fiscal Guilford en un restaurante. Ya había invitado al fiscal jefe a su casa en anteriores ocasiones, a pesar de los riesgos. Ahora que había un caso en espera de un proceso judicial que implicaba un miembro de la familia, era mejor que el presidente evitara pasearse por la oficina del fiscal o que este se acercara a la mansión Britannia. Aun cuando parecía una tontería verse afuera, era el plan más seguro. Su asistente hizo una reservación de antemano y pagó una generosa cantidad al jefe de comedor para que alejara a los curiosos, así como sobornó a un camarero para que los atendiera por la tarde. Entre menos supieran que estaban ahí, mejor. Entonces, el fiscal jefe ya estaba ocupando uno de sus asientos y bebiendo agua. Es oportuno recordarle al lector que el presidente Schneizel le había comisionado la tarea de encontrar un fiscal para el caso de su hermano. Un fiscal competente, dócil y armado con una determinación acérrima que pudiera doblegar sus escrúpulos morales, si fuera necesario. De preferencia que fuera un fiscal en ascenso. Alguien con una carrera prometedora. El fiscal Guilford logró localizar un fiscal que encajaba con el perfil de su búsqueda y de inmediato se comunicó con el presidente vía telefónica para darle la buena noticia. De hecho, el objetivo de esta cita era entrevistarse con el aludido. No estaba con el fiscal Guilford, por lo que debería sumárseles pronto.

Para el abogado Waldstein, era incómodo comer con el sujeto que levantó una investigación en su contra en el despacho que había sido suya en el pasado. Todas las oficinas de la fiscalía tenían la misma pinta aburrida. Todas contaban con un juego de tres escritorios para el fiscal, su asistente y el inspector y una hilera de archivadores. El despacho del fiscal jefe destacaba por sus dimensiones anchas y el enorme emblema de la fiscalía en la pared del fondo junto al asta de la bandera. Y el fiscal Guildford se había apropiado de esa oficina. Bueno, cualquier sentimiento de hostilidad debía ignorarlo por el bien de la entrevista. Pasados unos minutos, el camarero les tomó la orden. El fiscal jefe ordenó por el comensal que faltaba y enseguida procedió a contarle el proceso de búsqueda y los candidatos al presidente.

Estaba sopesando entre las fiscales Dorothea Ernst y Nonette Enneagram. Las dos eran unas veteranas. A la primera la apodaban «hiena» por su carácter dominante e implacable. Su fama había roto las barreras de la fiscalía llegando hasta el público general a través de los medios. Nadie que había escuchado de ella deseaba que fuera su fiscal. La segunda tenía un carácter diametralmente opuesto a su colega. Era jovial y bonachona. Sin embargo, no por ello debía ser subestimada ya que era una de las fiscales con más éxitos acumulados en su carrera. Con todo, el fiscal Guildford rechazó tan buenos perfiles por un candidato aún mejor.

—Si acaso era su misión avivar mi curiosidad, le complacerá saber que lo ha logrado. Estoy oficialmente intrigado. Me impacienta conocer al fiscal que ha superado a Ernst y Enneagram —admitió el presidente. Daba sorbos lentos a la copa de vino como si fuera un néctar.

—Y lo hará, señor. Me acaba de escribir que está estacionándose enfrente —indicó, al tiempo que estaba revisando los mensajes de su teléfono—. Estará con nosotros en breve.

El fiscal Guilford estaba igual de ansioso que el presidente, incluso si él no lo manifestaba a viva voz. El brillo del sudor sobre su cara y la pierna inquieta debajo de la mesa constituían la prueba. El fiscal Guilford siempre había sido una persona con un temperamento nervioso. Había aprendido a mantener a raya sus nervios luego de incorporarse a la fiscalía. El abogado Waldstein, por otra parte, había bebido un trago de agua y de ahí en adelante no había vuelto a tocar su vaso. Ni el presidente ni el fiscal cayeron en cuenta. Tal vez si el fiscal Guildford no estuviera perdido en sus reflexiones. En esto, una figura atravesó la cortina de cuentas.

—¡Ah, ya llegó! Por fin estamos complejos —anunció el fiscal Guilford.

Code Geass: BloodlinesWhere stories live. Discover now