#Ganadora: ccami17

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Sonreí de lado mientras saboreaba lo salado de mis lágrimas

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Sonreí de lado mientras saboreaba lo salado de mis lágrimas. Me apegué aún más al cuaderno rojo y me envolví en el abrigo, parte para protegerme de la ventisca y parte para hacerme chiquita, inadvertida.

Él sonreía, también. Desde mi lugar podía percibir a la perfección como el brillo del amor bailaba en sus pupilas, yendo y viniendo; la estaba analizando. Relamió sus labios y se apartó con cuidado de la chica, paralizándome el corazón por un segundo. A ella tampoco pareció agradarle el gesto porque su cuerpo se puso rígido de golpe. Me maldije por haber elegido un lugar de espionaje como ese, donde tan solo podía verlo a él. Ahora tenía que andar adivinando cuando ella hablaba o si era un simple silencio que, flexible como un chicle, los alejaba.

Decidida a irme de allí con algo más, me adelanté unos pasos y tomé asiento en el banco más cercano, casi frente a la pareja. Ahora sí me sentía James Bond, asomando mis ojos entre las hojas y el gorro.

Él le decía algo con urgencia. El anillo en su dedo resplandeció y no fui yo la única que se percató de eso: la chica lo tocó con cautela, como si esa joya quemara su alma. Retiró las manos de sus manos, rehuyendo del tacto del chico.

Desde mi nuevo lugar podía comprender mejor las cosas. En aquellos ojos castaños no había solo amor, sino que también lágrimas. Pero él se mantenía firme para que se quedaran allí, en su retina, nublándole la vista.

Supongo que esas lágrimas eran lo único que le quedaban para huir de su futura nueva vida. La venda del romance ya se le había caído en el momento en que tuvo que pagar los gastos de la boda. El golpe de realidad se lo di yo cuando le recordé que nos casábamos en menos de una semana.

Ese día él había aparentado felicidad extrema hasta el momento en que, emocionada, le dije que ansiaba ya poder llamarlo esposo.

Cretino. Te odio, te odio, te odio.

Él ahogó un grito pero yo fui lo suficientemente atenta como para darme cuenta. Baltazar jugueteaba con los dedos, nervioso, pero la chica no se fijaba en aquello. A decir verdad, parecía que no se fijaba en nada más que en una hoja caída a sus pies.

Baltazar le hablaba, le decía mi amor y la adoraba como si fuera lo más lindo de su vida. Ella mantenía el mentón el alto, negada a verlo, y alejándose lo más que el banquito le permitía. Algunas personas los observaban al pasar pero ninguno de los dos abandonaban su postura.

No sé cuánto tiempo habré pasado allí, como una rata oculta, pero no podía evitarlo. Necesitaba saber quién era ella, cómo se llamaba, a qué olía y qué le gustaba comer en la mañana. Por qué ella y por qué yo no.

Entonces sucedió algo imprevisto: la chica se levantó de un salto y elevó la palma por encima de su cabeza para bajarla y darle un golpe sonoro a Baltazar en medio de la mejilla. Él quedó casi tan pasmado como yo, mirándola con los ojos abiertos de par en par. Antes de que pudiera argumentar algo a su favor, la chica se echó a andar por el camino hasta desaparecer al voltear la esquina. Un rastro de sollozo se mantuvo en el aire para marcar su huida.

Me quedé en silencio meditando lo que había visto hasta que algo me golpeó a mí también: la inspiración. Al menos ahora tengo la certeza de que no soy una perfecta idiota, dado que si nunca hubiera emprendido mi tarea para descubrir la infidelidad de mi prometido, nunca hubiera tenido esa fantástica idea para la novela.

Y es hasta en la actualidad donde le agradezco a Baltazar por haber sido tan cruel con mis sentimientos porque con él sería una trabajadora de oficina mediocre e infeliz. Y también a la chica, que desde su anonimato, me dio el empujón para crear a mi protagonista, con la que hoy en día recorro el mundo presentando mi último libro.

 Y también a la chica, que desde su anonimato, me dio el empujón para crear a mi protagonista, con la que hoy en día recorro el mundo presentando mi último libro

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Desafíos de Chick LitWhere stories live. Discover now