#Ganadora: Claupardo

76 10 4
                                    

Las luces de colores titilan rítmicas al son de un villancico demasiado agudo para mi gusto

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Las luces de colores titilan rítmicas al son de un villancico demasiado agudo para mi gusto. Las tiendas están repletas de adornos de la época junto a una indecente cantidad de nieve artificial en cada escaparate, lo que me parece ridículo, ya que en este hemisferio es pleno verano, con casi cuarenta grados a la sombra y con un sol que quema más que la sangre en mis venas cuando veo a Chris Hemsworth en la tele.

Con toda esta diatriba podrán deducir que no soy muy fanática de estas fechas, tampoco soy una especie de Grinch, pero lo cierto es que la Navidad me gustaría mucho más si los renos fuesen perritos, los pinos tuviesen forma de palmeras y el famoso Santa Claus vistiera short, chanclas y gafas de sol. Sin embargo, hay algo que odio más que el hecho de celebrar una fiesta descontextualizada. Lo que me enerva más que nada en el mundo, es el famoso amigo secreto que realizamos en la oficina cada año y del cual no me puedo zafar sin una carta de renuncia o, en su defecto, el temible sobre azul.

Por eso estoy aquí, casi al borde del horario de cierre del centro comercial, cargada con bolsas que contienen mil chucherías en oferta que me vi tentada a comprar y sin un regalo para mi amigo secreto que no es nada más ni nada menos que mi jefe. Y no es que tenga un problema con él, además del hecho de que secretamente fantaseo con el día en que me empotre contra su carísimo escritorio de madera sueca; pero por su rango asumo que no puedo obsequiarle una libreta confeccionada a mano gracias a los infalibles tutoriales de internet.

—Cómprale un vino —sugiere Sofía al teléfono—, a los hombres les gusta coleccionar licores.

—Estoy casi segura de que es abstemio —replico, mientras recuerdo una Navidad pasada donde aseguró que solo tomaba agua—, menudo aburrido, si no estuviera tan bueno de seguro sería un friki.

—¿Y cómo sabes que no es un friki de todos modos?

—La guapura es como un campo de fuerza, o sea, o eres friki o eres guapo, ser ambos es antinatural.

Sofía ríe con fuerza mientras yo observo las gafas de sol que a Álex, mi jefe, parecen encantarle ya que siempre llega con un par distinto.

—Debo irme, Sofi, ya encontré el regalo. —Corto la llamada a pesar de escuchar su voz a la distancia. Entro corriendo a la tienda casi vacía y, sin mayores miramientos, compro unas bonitas gafas de sol cuadradas con pequeños detalles plateados en el borde del grueso marco negro. Las pido para regalo y me marcho de este sitio antes de que mis tarjetas de crédito comiencen a llorar.

* * *

Llego a la oficina mentalizada para la fiesta navideña mal organizada que cada año deja un nuevo espectáculo para la posteridad. Al parecer la nieve artificial está en oferta porque, de nuevo, abarca todos los rincones, así como los muérdagos y las estrellas que, a decir verdad, no me molestan tanto como la maldita nieve.

¡Hola, es verano!

Lo bueno es que no tengo que trabajar y que hay bocadillos gratis, mas no deja de ser un incordio que esta sea la tercera vez que suena el mix de villancicos de Luis Miguel. Mamá estaría feliz.

Sofía y yo nos mantenemos cerca de nuestros respectivos cubículos a la espera de que aparezca Álex para comenzar a repartir los regalos. Mis deseos de estar aquí se ven apocados en cuanto los tragos y los bocadillos comienzan a escasear, por lo que me dirijo al baño con la esperanza de que, al volver, las copas de champán estén rellenas. Pero no tengo tanta suerte. Las copas están vacías al igual que mi vejiga, más mi jefe ya está aquí, por lo que todos parecen demasiado entusiasmados por comenzar este juego del asco que me ha quitado todo el aguinaldo.

Entre risas, mis compañeros hacen el intercambio, sin embargo, cuando es mi turno, camino con nerviosismo hasta Álex que parece sorprendido de que sea mi amigo secreto, pero luego sonríe con autenticidad, soltando las mariposas prehistóricas mutantes que se alojan en mi estómago. Y no me digan que soy una debilucha que se sonroja por una sonrisita, porque esa sonrisa es tan perfecta que podría usarse para investigar sobre la existencia de vida en otros planetas porque, en definitiva, ese gesto lleno de seducción, no es de este mundo.

—Señorita Noelia —susurró con esa voz viril y amable que me derretía por completo—, que gusto que sea usted.

Al aceptar la mano que me tiende siento como si no quisiera volver a soltarlo y, cuando abre el regalo que tanto me ha costado encontrar, no duda ni un segundo en abrazarme con verdadero cariño, dándome una chance para aspirar su perfume que huele a gloria.

—Usted me conoce, Noelia.

Sonrojada, temblorosa y, sí, sumamente extasiada, vuelvo a mi lugar cerca del cubículo, pero ya no parece el mismo, claro que no, porque una caja envuelta en papel con motivos navideños descansa en mi escritorio como si hubiese aparecido por arte de magia. Le pregunto a Sofía si sabe algo de eso, mas no me presta atención porque alguien ha hecho un regalo subidito de tono que los mantiene a todos al borde de las risas, menos a mí, porque yo solo puedo mirar el bonito rosón que adorna la cima del paquete.

Al abrirlo, dos cajas de mi chocolate favorito me piden a gritos que las coma. Las tomo ambas para verlas de cerca, intento sentir su aroma, saborear el dulce en mi imaginación, mas mis fantasías glotonas se disipan cuando una nota cae desde el interior con una letra que reconozco:

"Noelia,

No soy su amigo secreto, tal vez su admirador, tal vez alguien que solo la contempla a la distancia y que muere por abrazarla. Espero disfrute su regalo, la he pillado comiéndolos de vez en cuando.

Con cariño y genuinos deseos de felicidad,

Álex".

Álex"

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Desafíos de Chick LitWhere stories live. Discover now