#Relato Ganador por: ItsEriLish

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Cada domingo, en los almuerzos con mis padres, desde que tengo dieciocho años mi madre me ha repetido la misma frase: «Veintisiete años y todavía sin pareja, ¿qué esperas de la vida, Margui?»

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Cada domingo, en los almuerzos con mis padres, desde que tengo dieciocho años mi madre me ha repetido la misma frase: «Veintisiete años y todavía sin pareja, ¿qué esperas de la vida, Margui?»

¿Tan raro es que una mujer sepa valerse por sí misma y no necesite de un hombre para vivir la vida?

El amor te vuelve débil, vulnerable y tonto. Además, con todos los daños colaterales con los que viene incluido, no quiero pasar por la calle del romance ni de broma.

Doña Hortensia, mi madre, se enamoró de Narciso, mi padre, desde sus dieciséis y aún continúan viviendo ese fogoso y bonito amor. Cuarenta y un años de un romance de telenovela rosa; por esta razón, mi señora madre, se ha encargado de atribuirse el papel de Cupido e intentar juntarme con cada hijo de sus amigas, compañeras de trabajo y abogados del bufete donde trabaja mi padre que existen.

Imagino que hoy no será diferente.

– Margarita, por favor, arréglate decentemente.

«Aquí vamos de nuevo», susurré y respiré profundamente.

Venía Guillermo, un abogado nuevo en el bufete de mi padre, a cenar con la familia porque hizo buenas migas con mi madre cuando esta fue a llevarle un poco de pastel de zanahorias a su esposo, al trabajo.

Mamá adora tener la casa rebosante de gente y cocinarles. En su vida pasada tuvo que ser chef o dueña de un hostal.

–Como ordene, jefa.

Me cambié rápidamente. Por suerte llevaba algo preparado en la bolsa por si se daba una situación de este tipo. Ya arreglada con un vestido azul cielo hasta la rodilla y unas zapatillas planas, solté mi rubia cabellera y admiré mi cuerpo en el espejo. Había engordado unos kilos; el trabajo en la oficina de marketing de la empresa no me daba mucho tiempo libre, pero, ¿a quién le importa? Definitivamente, a mí no.

– Buenas tardes, soy Margarita – le sonreí al invitado y le ofrecí mi mano.

Guillermo no estaba nada mal. Se veía como un hombre seguro de sí mismo y muy tenaz, al menos eso me transmitía con sus ojos color avellana. Tenía un cuerpo atlético y moreno y una barba un tanto descuidada que le daba un aire sexy, labios carnosos y cabello muy corto y negro como una noche sin estrellas. Estaba «para darle y no consejos», como diría Josefina, mi mejor amiga.

– ¿Esta familia tiene un secreto con las flores? – tomó mi mano y en un gesto caballeroso depositó un dulce beso en ella.

– Mis abuelos maternos llevaban una florería en el centro de la ciudad y al llamarse Narciso mi padre, me tocó el nombre por la cuota– respondí coqueta y divertida.

– No lo decía solo por el nombre, – se acercó sutilmente – también por la belleza de cierta chica – susurró en mi oído, sacándome los colores.

La velada fue muy placentera. El pavo asado, relleno con pasas y papas de mi madre hizo sensación entre todos los presentes.

No pude ignorar el hecho de que Guillermito, como lo llamaba mi padre, constantemente me observaba y utilizaba recursos tontos para interactuar conmigo como pedirme que le alcanzara la cesta con pan de ajo o seguirle los elogios a la comida de doña Hortensia.

– Cafecito con galletas de miel para los más jóvenes. – anunció mi madre con rostro alegre – Narciso y yo vamos a subir al baño, parece que la tubería del lavabo se zafó y hace falta arreglarla.

– ¿Necesita ayuda con eso? – preguntó gentilmente, Guillermo.

– ¡Ay, no, querido! Ustedes quédense aquí abajo conversando. – Sabía por dónde venía esto, pero no quise comentar nada para no romperle la ilusión.

– No veo un anillo de compromiso, ¿significa eso que estás soltero? – Tal vez fue un poco descortés de mi parte preguntar algo así, pero ya sabía de antemano que lo estaba porque mientras ayudaba a mi madre con los platos sucios lo busqué en Facebook.

– Así es. No creo en el amor rosa de historias de Disney. En mi opinión, – hizo una pausa para arreglarse el cuello de la camisa – el amor es solo un invento comercial y un blanco fácil para atacar a las personas que se dejan engatusar por este. No creo que sea capaz de sentir esas «mariposas en el estómago» de las que tanto hacen alusión en las películas chick flick.

Días después concertamos una cita, y luego otra y otra y...

Tres años más tarde nos casamos en la capilla de la Virgen Santa. Uno de los días más felices de mi vida. El día en el que dos seres humanos reacios al amor, fieles a sus convicciones anti-románticas y tan asustados de la vida como para atreverse a disfrutarla correctamente, gracias a que fueron tocados por las flechas de Cupido, comenzaron una vida en la que se fundieron en uno, hasta hoy.

. . .

Mis lágrimas brotaban como una cascada, mi pecho ardía y mi mente gritaba por salvación cuando terminé el improvisado discurso frente a todos los familiares y amigos. Dolía el recuerdo de Guillermo, mi Guillermito. Aun cuando no despertara nunca más en sus brazos y no viviera a base de sus caricias, lo amaría por siempre. Su recuerdo perecedero ocupará el lugar más cálido de mi corazón.

Guille era diferente. Era de esos que te llevaba flores al trabajo y te limpiaba el alma con sus palabras. Antes de él, solo tenía sexo por placer, para liberar el estrés y quitarme cargas de encima. Ahora sé lo que es hacer el amor, entregar tu todo sin pedir nada a cambio y amar cada pequeño detalle de tu compañero. Y puedo asegurar, con certeza, que logré con mis acciones, cambiar la mente reluctante a la calidez del corazón ajeno de mi difunto y encomiable esposo.

Y seguiré adelante, porque así lo querría él, recordando cada día la magia del amor.

Y seguiré adelante, porque así lo querría él, recordando cada día la magia del amor

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Desafíos de Chick LitWhere stories live. Discover now