Capítulo 8: El cofre.

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Capítulo 8: El cofre.

DAYAN

El bosque me protegía, aquí estaba a salvo, esto era lo que yo conocía. Entonces… ¿por qué corro?

 Algo me perseguía y no era capaz de dejarlo atrás, parecían ser más de uno y lo peor, sentía que me guiaban por donde ellos querían que fuera. Si giraba a la derecha, empezaba a oír ruidos que llegaban de esa zona y giraba hacia el lado contrario.

El bosque era absolutamente hermoso, demasiado frondoso, sin caminos. Corría entre los setos intentando no darme con ningún árbol. Todo olía a pino y tierra húmeda, apenas se filtraba la luz del sol dado que las copas de los árboles se encontraban a muchos metros por encima de mi cabeza. Pero todo esto dejaba de importar cuando oí el gruñido de una de las bestias que me perseguían demasiado cerca de mi oreja.

Corría sin sentido, de un lado a otro en función de por donde oía esos gruñidos. Las piernas empezaban a fallarme y cada vez me estaba haciendo más torpe, tropezaba y me arañaba con cualquier cosa. Pero al cabo de varios minutos en los que pensé que los había dejado atrás, mi cuerpo chocó con una pared de piedra, sin ninguna abertura por la que poder escapar y con el único escondite de lo que parecía la entrada de una cueva tenebrosa. Ni loco me meto ahí.

Los setos que había delante de mí empezaron a moverse, esas cosas me habían encontrado e iban a matarme. Esperé impaciente a que llegaran, parecían ser seis o quizás siete. Ya me imaginaba a monstruos a cuatro patas, tan altos como una persona y con miradas rojas y endemoniadas. Pero en lugar de eso, una figura alta se levantó de entre los setos y se encaminó hacia mí.

Era una mujer, la misma mujer de la reunión. Llevaba ese extraño abrigo que la llegaba hasta los pies y le ocultaba su rostro con la capucha. Llegó hasta donde estaba yo, demasiado cerca para mi gusto, invadiendo mi espacio vital, y dijo:

- Este lugar no es para ti. – esas palabras me hicieron temblar, parecía llevar una amenaza implícita. – Debéis encontrar el libro que os mostré.

- No nos mostraste ningún libro, solo un dibujo. – la recriminé mientras intentaba recuperar el espacio vital que había perdido. Solo que la pared de roca estaba demasiado cerca y acabé chocando contra ella.

La mujer volteó los ojos ante mis palabras y colocó una mano sobre mi frente. En cuanto se produjo el contacto, la imagen de un libro en un cofre se vino a mi mente. Era un cofre de madera oscura, con un cierre metálico justo en el centro, parecía el típico cofre de que salía en las películas de piratas, llenos de oro. Tenía una inscripción, como un símbolo, pero no llegué a verlo bien.

Salté hacia un lado para librarme de aquella mano y de aquella visión, mi corazón se había acelerado hasta tal punto que llegaba demasiada sangre a mi cerebro. Al intentar huir de la mujer, choqué la rodilla con una roca y caí de bruces contra el suelo.”

- ¡Dayan, Dayan despierta por dios! – oí la voz de Isaura mientras mi cabeza se movía de arriba abajo.

Abrí los ojos lentamente, parpadeando para intentar despertar al resto de mis sentidos. Isaura soltó un suspiro al verme despierto y apoyo la cabeza en mi pecho. La respiración de ambos estaban aceleradas, la mía por el sueño y la de ella por no conseguir despertarme.

- Isa, fue un sueño. ¿Estás bien? – dije mientras le acariciaba la cabeza.

- Pensé que te habías vuelto a ir, no despertabas y no tenía ni idea de cómo traerte de vuelta. – supe en el momento a que se refería, ella lo pasó muy mal cuando hice mi viaje astral a Londres.

Saga Elementos IV: Destino de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora