Pieza IV-A nadie

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Han pasado tres días desde la cena.

Tres es un número muy agradable.

Redondo. Me gusta.

Me levanto sabiendo que hoy es el día.

Hoy me va a llamar.

Hoy la veré.

Por el momento me he regodeado en mis fantasías. Mis manos destruyendo. Se lo que voy a hacer.

Pero hoy es el día. Porque el numero tres es el indicado.

No he asistido al trabajo. Las millones de llamadas de mi número de teléfono me lo indican. Pero ahora que la he encontrado no necesito tener miedo.

La tengo a ella. Ella me hará alzar. Mi misión en su más crudo lado.

Ahora entiendo porque empecé con esto. Para llegar hasta ella.

María ha estado actuando de forma extraña. Mirándome cuando cree que no la veo. Registrando mi armario y mesa de trabajo.

Lo sabe.

Me gusta que lo sepa.

Sé que no va a decir nada. Soy lo único que le queda.

¿Y que es ella para mí?

Una sucia criatura, sin valor alguno. Sin misión agraciada.

Es mediodía, estoy en el sofá. Un libro en mis manos.

El sabor de la historia todavía en mi boca. Su rugido en las venas, cuando suena el teléfono. En la casa vacía suena muy agudo. Molesto.

Como si una persona no invitada entrase en mi casa.

Levanto el teléfono, acordándome de que María todavía está en el colegio.

-¿Si?- Mi voz ronca por la falta de utilidad que le he dado.

-Lucas.- es una afirmación, no duda la voz de que estaré a su servicio. –Soy Edgar.- una pausa. Edgar respira en el otro lado de la línea.

-Si- Acepto su invitación de antemano antes de que me la ofrezca.

-¿Te parece venir a mi casa sobre las cinco?- Edgar no me dice para que quiere que vaya a su casa. Yo no necesito que me lo diga.

-Claro.- sonrío.

-Bien- su voz grave.

*Click*

La línea suena ahora.

Cuelgo.

Silencio.

Me siento extrañamente realizado.

Me dirijo a la cocina y cojo una botella de cerveza fría.

Regreso al sofá. La abro. Me pregunto cómo sonará un hueso al romperse.

Bebo.

Cuando estás centrado en un punto del día el tiempo parece ir más lento, pero hoy no es así. Tras una larga planificación, el tiempo parece no querer demorarse conmigo.

Las horas me arrastran a mi destino.

Son las 16:30. Decido salir ya de casa. María estará ahora saliendo del colegio. Le escribo una nota.

<<Me he ido a comprar>>

Subo al coche. Una vez más el mundo está a mis pies.

Mientras conduzco me entran ganas de fumar. Sentir humo asfixiándome. Mordiendo suavemente el cigarrillo. Hasta sentirme lleno.

Me lamo el labio.

Hoy lo tengo todo.

Llego a la mansión antes de tiempo, espero en el coche los pocos minutos que faltan para las cinco. Luego espero tres más. No quiero ser irritantemente puntual.

Mientras camino hacia la puerta de la casa echo en falta ese cigarrillo.

Edgar me abre la puerta de la casa.

El tiempo parece ralentizarse. O quizá es que mi pulso va demasiado rápido en comparación.

Las palmas me sudan.

¿Dónde está?

-Hola.- Su vocecilla me asusta.

Ella se ríe.

-¿Has venido para hacerme compañía?- Me pregunta Julia con una sonrisa.

Edgar la empuja suavemente a un lado.

-Quizá más tarde Julia, ahora ha venido para ayudarme en una cosa.-

Julia tuerce los labios, pero parece entender que no hay discusión más allá de esta.

Edgar me guía hacia su despacho que está en la primera planta.

-Gracias por venir con tan poco aviso.- Se disculpa mientras cierra la puerta tras nosotros.

-Cinco horas de adelanto es más que tiempo suficiente para mí de aviso.- Edgar me invita a sentarme, el se sienta tras el despacho.

-Verás.- Le corto antes de que pueda continuar.

-Se que sabes que trabajo con la policía en el caso de los asesinatos. Esto incluye el asesinato de su hija. También sabe usted que por esa misma razón no le puedo decir nada. No le diré nada.-

Edgar aprieta los labios, veo en sus ojos como se enfada.

-Pero. Le diré algo que no le incluye a usted. La otra niña que fue asesinada. Amparo Duglass. Bien su padre Eric Douglass, supongo que lo conocerá, es un sospechoso muy importante para el caso. Hizo unos sobornos al colegio el día de la muerte de su hija. No tenemos suficientes pruebas más allá de los sobornos y de un comportamiento extraño para investigar más. Sin embargo le recomendaría a usted hacer su propia investigación sobre él. Eso sí. Sin entorpecer el poco avance que pueda hacer la policía respecto a él. Y, contándome a mí que es lo que está averiguando.-

Edgar entrecierra los ojos, parece pensárselo.

-Estos sobornos hicieron que la muerte de la niña se encubriese para señalarse fuera del horario escolar.-

Edgar parece sobresaltarse. -¿Y eso no es suficiente para que un juez os de una orden de registro?

-No. Estos datos se consiguieron de forma ilegal.-

Edgar hace un ruido con su garganta.

-Haré lo que me dices.- acaba por responder de forma segura.

Me despido de él. Dejándole claro que no puedo decirle más y que puedo encontrar la puerta solo.

Cumpliéndose mi deseo de camino a la puerta principal me encuentro con Julia sentada en las escaleras.

-¿Te aburres mucho aquí?- Le pregunto con una sonrisa. Voz suave.

-Si. Y mucho.- Me dice ella apoyando los codos sobre sus rodillas.

-¿Quieres ir a una aventura?-

La pequeña me mira con ojos traviesos.-Siempre.-

-¿Quieres irte a divertirte con María y conmigo?-

Julia se pone de pie. Dispuesta a lo que parece ser como irse conmigo.

-No ahora no.- Parece desanimarse un poco.-Será esta noche.-

Me mira ahora curiosa y divertida.

-A las once te esperaré fuera. Escápate de casa y vayámonos en una aventura.- Julia parece entusiasmadísima.

-Pero no se lo digas a tu madre.- Me llevo un dedo a los labios.-Ni a nadie.- Añado con una sonrisa.

Julia se lleva un dedo a los labios mientras dice: -A nadie.-

La muñeca de porcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora