Hoyuelos

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Observo cómo sus figuras se difuminan a medida que desaparecen, después doy media vuelta y comienzo a caminar hacia donde tengo aparcado el coche. No me molesto en tratar de cubrir mis huellas, la nieve lo hará por mí. Tampoco me molesto en cubrir mi rostro de los corredores mañaneros, demasiados ocupados en llegar al otro lado del parque o de no congelarse de frío como para molestarse en aprenderse mi rostro. Aunque deberían conocerlo y estar agradecidos por lo que hago, pero no lo entenderían, nunca lo entienden.

El coche tarda en arrancar, pero no me molesta mucho, tengo tiempo. Las carreteras están vacías, pues es muy pronto todavía para los trabajadores y siento una paz interior inmensa, como si fuese el único ser del mundo, como si nada me pudiese tocar, como si no existiesen ellas. Frunzo el ceño al pensar en todo el trabajo que me queda todavía y lo poco gratificante que a veces puede resultar, pero merece la pena por mi muñequita.

Cuando llego a casa María aun no se ha despertado para ir al colegio, por lo que me vuelvo a meter en la cama para fingir estar durmiendo. Desde luego, hacer ‘limpieza’ lleva pegas como hacer cosas así, para que luego si viene la actual inquisición (la policía) a hacer preguntas, tenga a alguien para facilitarme una cuartada, aunque no sepa que en realidad no es cierta. Pero es por su propio bien, todo es por ella, mi muñequita, mi hija.

Oigo como se levanta y  cierro los ojos con el sonido de sus pequeños pasos en el piso superior, ligeros y rápidos. Baja las escaleras y se asoma a mi habitación, ya que oigo como se para en el marco de la puerta abierta, finjo dormir. Sigue caminando y entra en lo que supongo que será la cocina para desayunar. Al poco rato me levanto yo tambien.

No me molesto en cambiarme de ropa, no está muy arrugada y no creo que a nadie le importe demasiado mi aspecto físico. Camino hacia la cocina y me la encuentro de pie preparándose un tazón con leche caliente.

-Buenos días, cariño

-Papá- se gira con un brillo divertido en los ojos, a pesar de que no he dicho nada divertido- Buenos días- se acerca a mí y me da un beso.

-¿Estas ya lista para ir al colegio?

-sí,  tan solo me queda desayunar y peinarme- y tras esto enciende la tele.

En la tele aparece una reportera con cara seria que anuncia un día más de la desaparición de Victoria, mi muñequita, me sorprende que aun la den por desaparecida y no por muerta, como lo está. Pero ellos no saben nada, claro que no, nunca lo entienden. Mientras la reportera habla, en una esquina de la pantalla aparece una foto de ella. Su mofletuda cara se ve enmarcada por unos grandes rizos pelirrojos, sus ojos son verdes y grandes, sonrientes en la foto. Su pequeña nariz esta arrugada por la sonrisa con dientes tan grande que tiene en la cara, unos encantadores hoyuelos adornan su rostro. Era preciosa, como una muñeca de porcelana.

-¡Qué horror!, ¿Quién podría hacerle algo así a una niña?, no es justo- dice María apenada.

No puedo evitar irritarme, mi preciosa muñequita esta dudando de mis actos.-Bueno, tendrá una razón quien sea que lo haga- digo con patente fastidio

María abre mucho los ojos.-¿Cómo puedes decir algo así?- parece un tanto horrorizada

-Bueno, la gente así siempre tiene una razón para hacer cosas como esas- respondo intentando arreglar la situación.- Tan solo digo, que quien lo haga no lo verá como un error porque tendrá su razón para hacer lo que hace.

María parece suspirar- Si, supongo que creerá tener buenas razones para cometer tales actos.

Vuelvo a molestarme por oírla decir creerá, en vez de afirmar que tengo razones para hacer lo que hago, pero decido no comentar nada. Poco después María acaba de desayunar, se peina y se marcha al colegio andando. Decido que es hora de irme a trabajar.

Trabajo como periodista en un pequeño periódico, no es lo que más me gusta hacer, pero gracias a mi trabajo encontré al amor de mi vida, aunque fuese por poco tiempo.

En el coche empiezo a reflexionar, desde luego no entiendo a la gente, esa niña no era más que una muñeca de porcelana vacía. Ella era la típica muñeca que contemplas en un escaparate de muñecas antiguas, ella era la típica muñeca de porcelana que te parece hermosa y anhelas a veces tener, aquella que tiene un precio bastante incomprensible para tratarse de una muñeca, y aquella que te parece brillante encantadora, pero no puedes evitar darte cuenta de que esta vacía, hueca, es desalmada y no tiene corazón.

Su muerte era necesaria, María no lo ve, la gente no lo ve, me quieren condenar, pero les estoy haciendo un favor. Son unos insensibles, no saben dónde está la autentica belleza, no perciben la delicadeza y la pureza como yo, esa niña no estaba viva de verdad, esa niña era parte de una plaga que hay que erradicar.

La muñeca de porcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora