❀ treinta y ocho ❀

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[narrado]

Sábado, 21:54 PM.

Había terminado hace un rato de arreglarse y el Ignacio había venido arreglado de su casa, ahora les quedaba ir por las botellas de pisco para luego virarse al cumpleaños.

—Espera, Nacho, parece que me quedaban unas lucas por ahí, pa poder comprar los piscos.

—¿Amor, qué onda? No. Yo lo pago todo, me carga que andi pagando las cosas. —dice el Ignacio frunciendo el ceño y utilizando ese tono que le advertía a la Vale que podía comenzar una discusión.

La Vale casi rodó los ojos hasta el cielo y miro divertida al Ignacio.

—Ay, amor, si es solo para que no te gastes toda tu plata, quiero ayudarte a pagar.

El Ignacio se cruzo de brazos y le dio una de esas miradas que solo indicaban que la pelea se iba a venir si seguía con el tema.

La Vale rodó los ojos nuevamente y tomo su plata de todos modos para luego echarla a su cartera.

—Ni pienses que te voy a dejar pagar.

Quiso replicarle, pero como siempre prefirió callar.

Se había acostumbrado a eso, a ser adorno en vez de personaje.

Su vida se había convertido en eso, en dónde su mundo no giraba entorno a ella, sino que entorno a él. A ese estúpido hueon que decía quererla.

Sus labios jamás revelarían el dolor que sentía o como sus pensamientos a veces parecían querer ahogarla. Muchas veces envidió a sus amigas, la manera en que ellas se quieren, la manera en que no dependen de nadie.

Sus pensamientos vagaban mientras el Ignacio la llevaba de la mano hacia una botillería.

Mientras la Vale desechaba todos esos pensamientos sobre su pololo, el Ignacio pagaba las dos botellas de pisco.

—¿Listo? —pregunta la Vale acariciando levemente el brazo del Ignacio.

—Si. —le responde mientras echa las botellas en la bolsa plástica que le ofrece la señora de la boti.

El Ignacio al terminar de guardar las botellas se giro hacia la Vale y le dio un piquito.

—Te amo. —le dice el Ignacio antes de darle otro piquito.— No sé que haría sin ti.

Y era verdad, el Ignacio no conocía una vida sin la Vale en ella, incluso después de haberse metido con cuanta mina quiso estando pololeando, siempre decidía volver a la Vale. Tal vez era el placer de tenerla a su merced, fuera lo que sea, era algo enfermizo y tóxico. Y nada bueno podía salir de esta relación, en ningún caso podría salir algo bueno.

Mas ya sabemos quien es la que lleva la granada de la mano, esta claro a quien le va a explotar todo en la cara.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora