Ámate, porfa

❀ ocho ❀

[narrado]

La Vale se encogió sobre si misma como siempre solía hacer cuando el Ignacio estaba molesto por alguna cosa o malentendido; parecía ser que entre más ella se encogía, él más erguido se paraba.

—¿No te dai cuenta qué hago todo porque te amo? —dice el Ignacio posando sus manos en las mejillas de la Vale con suavidad.

—No lo sé, mis amigas dicen que... —dice la Vale tratando de dar su opinión.

Error. Él detestaba a sus amigas, siempre que ella quería hablar de sus amigas él cambiaba el tema o se molestaba.

El Ignacio la corto con un gruñido y la soltó con el desprecio reflejado en su rostro.

—Esas amigas tuyas son unas ahueonas, no tienen por qué andar metiéndose en nuestra relación. —gruñe el Ignacio frustrado de que la Vale siguiera escuchando la opinión de sus amigas.

La Vale lo miró atentamente y suspiro cansada, no le gustaba pelear con él. Porque siempre era ella la que terminaba llorando y él se iba echando humo. Siendo así que sin siquiera notarlo había normalizado aquello.

Así que cometió otro error, otro de tantos.

Se acerco al Ignacio y lo abrazo por la cintura, escondiendo su cara en el pecho de este. Esperando que él se calmara y dejara de hablarle como si ella fuera una pendeja de cinco años.

—No quiero pelear, porfa. —susurró la Vale con los nervios a flor de piel.

El Ignacio la abrazo por los hombros y sonrío victorioso, la tenía otra vez a su merced. Él había aprendido a manejarla a su gusto y ella había cedido tan fácilmente que él apenas tenía que decir unas simples palabras para tenerla en sus brazos otra vez.

—No más cigarros sino estas conmigo, y vai a bloquear a ese hueon. —dice el Ignacio con tono suave, pero demandante.

La Vale hizo lo de siempre, asintió y guardó silencio. Incluso si no estaba de acuerdo, porque esa era su especialidad en la relación, asentir y callar.

Porque se estaba deteriorando, y el Ignacio era el culpable, él la estaba marchitando como a una flor abandonada.