9. Zeke.

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"¿Te das cuenta de que todos parecen seguir moviéndose hacia delante, pero tú estás anclada en el pasado? Eres como un reloj congelado, necesitas que te cambie las pilas."

Cuatro años después.

Puedo sentir como las gotas saladas transpiran por todo mi rostro. Mis pies golpean y se levantan del pavimento constantemente a un ritmo rápido y coherente. Mi cabello corre de un lado hacia el otro gracias al movimiento acompañado del viento. Me detengo y apoyo mis manos en mis rodillas. Mi respiración es agitada y constante. Bajo el volumen de la canción 'give me love' de mi ipod y entro al departamento.

-¡Ya estoy en casa! -grito.

-¿Qué tal el ejercicio? -un rubio aparece en el marco de la puerta.

-Muy bien, Dave. Tengo hambre -froto mi estómago haciendo una mueca.

Ríe.- He hecho waffles, tus preferidos.

Aplaudo emocionada y tomo un plato del estante para después servirme y sentarme a comerlos.

-Oh sí, casi se me olvidaba -chasquea los dedos- tu madre ha llamado desde New York -asiento y desaparece por la puerta del jardín.

Los cuatro años más difíciles de mi vida han sido alguna estos. Después de graduarme en Hollis, no sabía que camino tomaría. Dave apareció como un ángel enviado del mismísimo cielo, volvió de Francia y no se había  comunicado conmigo por la pérdida de mi número telefónico, tal y como lo supuse. Pero, tan pronto llegó, me visitó y se percató de todo en menos de 20 minutos. Guardó silencio unos segundos y después dijo: 'Me alegra que haya vuelto'.

Thomas, aquél primer amor y desamor, me cambió en otra persona totalmente irreconocible. Había adelgazado, mi cabello era más ondulado, pero lo que realmente me hacía ver como otra persona, era mi personalidad. Ya no era más la chica tímida, triste, seria y comportada. Era totalmente lo opuesto, extrovertida, graciosa y la sonrisa siempre estaba en mis labios. Y con ayuda de Dave todo se fortaleció aún más.

Pero, Dave es solo eso: un amigo.

Cuando acabé el desayuno, cogí el móvil y marqué a mamá.

-¿Hola? -su dulce y encantadora voz sonó al otro lado de la línea.

-¡Mamá! -grité a punto del llanto.

-Zoé, cariño. Me alegra escuchar tu voz.

-Y a mí, mamá. Me encantaría que estuvieras aquí, conmigo, en Chicago -me encongí de hombros.

-Cariño, ya hablamos de eso anteriormente.

-Lo sé, pero...

-Basta, Zoé. No olvides a lo que fuiste ahí.

Y no lo olvidaba. Me alejé de New York y todo lo que me recordaba a él. Vine a Chicago con Dave para olvidarme de Thomas, pero, hasta ahora, su sonrisa me perseguía día y noche. Pero nadie me dijo que sería fácil y, aunque tratará de negarlo, lo sabía con certeza.

-Lo sé -suspiré.

Por la tarde, me dirigí a mi oficio. Agarré mi cabello escondiéndolo con la peluca castaña. Enrollé el vendaje por todo mi pecho y me vestí con la ropa masculina que posaba en el colchón.

Sí, por las tardes era un chico. Desde que llegué a Chicago, mi pasatiempo preferido era la gimnasia rítmica. Pero, no había podido ejercer en ello por falta de ingresos. Dave trabajaba en 'coffe prince', donde solo elegían a chicos guapos.

Sí, chicos. Hombres.

Que se acercaran a 'príncipes', siendo capaces de atraer más clientes de lo común. Además, la paga era muy buena. Con ayuda de Dave, falsificamos una identidad convirtiéndome en 'Zeke'. No fue difícil ser aceptada, decían que era "bonito".

Tears are Falling | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora