Capítulo 27: La familia conejo (editado)

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Con los exámenes finales y los estudios para las Pruebas Nacionales no tuve mucho tiempo para pasarlo con Tomy en estas dos semanas. Nos mensajeamos y algunas veces vino a visitarme por no más de dos horas, luego tenía que irse porque debía volver a su nuevo trabajo.

El último día de exámenes, Katherina me pidió que fuera a su casa para entregarme mis cuadernos de las clínicas que había tomado prestado. Sólo nos quedan tres semanas de estudio antes de la semana en que nos darán las pruebas y mis nervios están de punta. Ya quiero terminar la escuela.

—Hola, Kat.— saludé cuando llegué al parque, donde ella me dijo que nos encontraríamos ya que no sé dónde vive.

—Hola, Clary. Mira a esos dos perros jugando ¡Son tan lindos!

—Emm ¿Kathy?— dije, mientras miraba hacia donde ella apuntaba —Esos perros no están jugando.

Ella me miró con el ceño fruncido y sacudiendo la cabeza en desacuerdo.

—Algunas personas, como tú mi querida amiga, son tan ingenuas.

Ni que lo digas, estoy mirando a una en éste preciso momento. Oh, espera... eres tú ¡JA!

Un momento... ¿Acaso me llamó ingenua?

—¡Ey! Yo no soy ingenua.

¿Qué tengo yo la culpa de que ella no sepa cuándo un par de perros están jugando y cuándo están teniendo un momento muy íntimo?

Aunque creo que a la luz del día en un parque donde hay muchos niños jugando y personas corriendo o caminando no es un buen momento para tener intimidad y aparearse.

Ella no dijo nada y sólo giró para caminar hacia el lado Éste del parque diciendo un "sígueme". Sin rechistar una palabra más caminé detrás de ella hacia lo que parecía ser el camino de su casa.

Una esquina después del parque y un doble a la izquierda es todo lo que se necesita para llegar a la inmensa casa de dos plantas de Kathy que queda en el fondo de una calle sin salida.

Katherina entró la llave en el contacto y cuando abrió la puerta me dejó pasar de primera.

Al traspasar el umbral de la puerta lo que me sorprendió no fue lo hermosa y espaciosa que es la casa, o la tan costosa lámpara brillante que colgaba del techo, o la hermosa escalera que había en un extremo y otro, parecida a la de las mansiones en los cuentos de princesas. No.

Lo que hizo que mi mandíbula se desencajara y caiga hasta el suelo fueron los millones de niños que habían correteando por la casa con un bullicio ensordecedor.

Habían dos peleando en el sofá, a los que se unieron dos más. Había un grupo de niñas amontonadas al pie de las escaleras jugando y parloteando entre ellas con sus Barbies; y dos adolescentes tremendamente parecidos de no más de 15 años estaban hablando tranquilamente en una esquina de la sala, ajenos al caos y desorden que estaba ocurriendo a su alrededor.

Por favor que esto sea un cumpleaños y no la familia de Katherina.

—¿Nos equivocamos de casa y entramos en la de tus vecinos los conejos?— le pregunté sin apartar la mirada del caos de niños alrededor.

—Bienvenida a mi hogar.— añadió ignorando mi comentario.

Ahora ya entiendo por qué la pobre muchacha tiene tanto desorden mental y locura pos-niñástica.

—Jesús sálvame.— murmuré para mí misma.

—Oh, espera aquí.— caminó hacia los niños peleando en el sofá para separarlos —¡Basta, chicos! ¿Qué les he dicho sobre pelear en el sofá? Mamá se pondrá furiosa.— los dirigió hacia una puerta de cristal deslizadora que se veía desde uno de los laterales en el comedor —Salgan al patio a jugar con el perro si quieren pero aquí adentro no practicarán lucha, Karate o lo que sea el deporte en el que están apuntados.

La Lista de Clary [Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora