Capítulo 45

1.9K 128 33
                                    


Cuando abrí los ojos, sentí como un calor abrasador envolvía mi cuerpo por momentos. Me froté los ojos, algo, algo mareada y un sol cegador me dio la bienvenida obligándome a parpadear un par de veces intentando saber dónde me encontraba.

Tras incorporarme, tosí instintivamente un par de veces escupiendo arena y cuando fui capaz de observar a mí alrededor, me quedé completamente desconcertada.

Un extenso desierto de enormes dunas de arena se extendía ante mis ojos.

Al dar unos cuantos pasos, tuve la sensación de cómo miles de agujas atravesaban mis pies y pestañeé para contener las lágrimas. Bajé la vista y comprobé que estaban descalzos y llenos de lo que parecían ser arañazos y cortes en carne viva.

Con los dientes, rompí la parte inferior de la túnica blanca que portaba en unos cuantos trozos y me dediqué unos instantes a vendarme aquellos horribles pies heridos antes de emprender de nuevo la marcha.

Fui caminando sin rumbo, sintiendo que cada vez que ponía un pie delante de otro —y se hundían en aquella arena ardiente— era una tortura infernal pero no podía detenerme. Una duna se puso en mi camino y decidí escalarla con torpeza –a pesar de que estaba muerta de cansancio— y cuando estuve arriba, creí distinguir algo en la lejanía. No lo dudé y eché a andar en la dirección de aquel supuesto espejismo.

Agaché mi cabeza encapuchada intentando por todo los medios ocultar mi cara del sol y cuando estuve a tan solo unos metros, pensé que me lo había imaginado.

Pero cuando me acerqué, tropecé con lo que parecía ser algo duro.

No me hizo falta remover mucho la arena para descubrir que allí se escondía una tablilla hecha de piedra y semi fragmentada, en la que había una inscripción grabada en un idioma antiguo pero realmente familiar.

Pronuncié las palabras en voz alta y enseguida tuvieron un enorme significado para mí.

Ella, te guiará cuando avances

te guardará cuando duermas

te hablará cuando despiertes

Debajo de aquellas frases, había incrustadas unas pequeñas piedras preciosas dispuestas que formaban un triángulo imaginario y entonces algo se agitó en mi mente.

La Santa Trinidad... —susurré antes de que desapareciera ante mis ojos.

Una voz masculina me sacó de aquella ensoñación, llamándome por mi nombre y fue entonces cuando me di cuenta de que había vuelto a ocurrir, una nueva visión.

Abrí los ojos y me encontré con aquellos familiares ojos azul-verdoso del cazador.

– ¡Creía que no te ibas a despertar nunca, Anna! —casi gritó exasperado.

– Iulian... ha pasado... otra vez... creo que... —él me ofreció su mano y yo me ayudé de ella para incorporarme— he visto algo.

Cuando quise darme cuenta de mi error, ya era tarde. Iba a tener que dar explicaciones pero algo en mi interior me decía que estaba segura con Iulian, que podía confiar en él.

– Anna... te he oído susurrar cosas pero...—miró a su alrededor preocupado— Este no es el mejor sitio para hablarlo... las paredes siempre tienen oídos. Ven —me cogió por la muñeca y me sacó de aquel despacho llevándome consigo.

La Cazadora de Vampiros © #TCE2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora