Capítulo 31 (1ª parte)

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Lo primero que sentí fueron unos brazos que empezaron a zarandeándome como si fuera un muñeco de trapo. Abrí los ojos asustadas y me encontré con unos ojos tristes muy cerca de mí. Estaban impacientes.

-   ¡Venga! ¡Levántate! –la aguda voz de Elle me taladró los oídos por momentos.

Proferí un gruñido. Ladeé mi cuerpo mientras me incorporaba preguntándome donde me encontraba. Enfoqué la vista y vi que estaba en una habitación de color en la que había una mesita vacía, un gran armario que se hallaba abierto, un espejo y una silla en la que había ropa amontonada.

Eso me hizo recordar que estaba en la casa de Iulian Markher.

Puse los pies en la alfombra y me quedé durante unos segundos quieta. Tenía el cuerpo entumecido y sentía que el sueño estaba aún aferrado a mi cuerpo. Estaba despierta pero aún seguía teniendo la sensación, como si de alguna manera siguiera atada al mundo de los sueños.

Había dormido cuál koala aquella noche. Ya no recordaba cuando había sido la última vez que había dormido así. No habían aparecido cosas raras ni monstruos de ojos rojos en mis pesadillas.

Aquella cosa que me había dado el chico rubio, funcionaba.

-   ¿Qué hora es? –pregunté con la boca seca, algo que hizo que mi voz saliera ronca.

-   Las nueve menos cuarto –respondió Iulian desde el piso de abajo.

Me desperecé y me dirigí al aseo. Una vez allí me miré al espejo y no me gustó lo que vi. Unas profundas ojeras se marcaban bajo mis ojos. Mi cara estaba sucia, con un deje oscuro en algunas zonas, como si aquello fuera hollín junto con pequeños arañazos con sangre seca. Por no hablar de mí pelo, que parecía haberse rebelado con el mundo.

Me lo peiné con los dedos y me hice una larga trenza, me lavé la cara y me detuve a curarme los arañazos. Acto seguido, me dediqué a limpiarme el uniforme con una toalla hasta que quedé algo decente.

Cuando bajé, Eleanor y Iulian estaban sentados en la pequeña mesa, desayunando. Hablaban poco, como si ambos quisieran estar sumergidos en su propio mundo.

-   Coge lo que te apetezca –dijo Elle sin mirarme a la cara.

Estaba hambrienta. Me eché zumo de naranja y me dediqué a coger galletas a medida de que me las iba comiendo, con un ansia extrema.

-   Gracias por la infusión –miré a Iulian mientras rompía el silencio. Pensé unos segundos antes de seguir hablando– He dormido para mi sorpresa, increíblemente bien.

-   De nada. Me alegro. Las hierbas esas las venden en la tienda de la Hermandad, se llaman mardesías.

-   Vale, gracias. –contesté mientras me hacía unas tostadas.

Ya sabía dónde tenía que ir en los próximos días. Iba a comprarme hierbas mardesías en cantidades industriales. El duende del sueño ya no tenía nada que hacer, iba a vengarme de él. Después de tanto tiempo, iba a ganarle.

Me reí ante aquello.

-   ¿De qué te ríes? –preguntó Iulian.

Lo miré. Me había pillado. Debía de seguir actuando con normalidad.

-   De nada. Es que me ha hecho gracia el nombre –contesté con disimulo mientras recogía los platos.

Eleanor me sonrío desde el otro lado, algo que hizo acordarme de la conversación que habíamos tenido anoche, en como ella había organizado todo para que yo durmiera con el muchacho de ojos claros. Instintivamente me temblaron las manos de nerviosismo y los platos se me resbalaron de las manos, rompiéndose en mil pedazos.

La Cazadora de Vampiros © #TCE2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora