Por tu amor al Arte

39° La ira se desata

Llamé a Nicole anoche para contarle lo ocurrido. Debió escucharme tan mal en el teléfono que ella y Alejandra se aparecieron en la puerta de entrada. Gabo las acompaña, cargando un par de bolsas de supermercado.

—Cuando las chicas están mal comen chocolate y helado ¿no?—pregunta desconfiado por la dedición que tomó al traerme golosinas.

—No necesariamente, pero gracias. Tampoco era necesario que vinieran —les digo haciéndolos pasar, si se tomaron la molestia de venir al menos debo recibirlos por un rato.

—¿Estás loca? Tenemos que hablar mal de Matías mientras el asunto está fresco —acota Alejandra y ya acomodados en la sala principal que nunca usamos. Les cuento lo ocurrido desde el principio. Desde la confesión de Henry, lo engañada que me tuvo mi madre toda mi vida y finalmente cómo Matías se fue por considerar que no lo amaba lo suficiente.

—¿Creen que tomé al decisión correcta al no irme con él? —les pregunto, necesito que alguien me refirme que pensé las cosas con claridad y que Matías es el equivocado. Y lo hacen, en seguida los tres asienten.

—No puedes irte a vivir con él, está loco. Lo conoces hace poco —Nicole me da la razón.

—Además es tu hermano —añade Alejandra metiéndose una enorme cucharada de helado en la boca.

—Eso no lo saben todavía —la reprende Gabo.

—No, no lo sabemos. Matías está seguro de que no lo somos y tiene la idea de que no habría problema en todo caso. Le dije sí era un problema aunque en ese momento no supe explicárselo.

—No puedes estar con tu medio hermano, por supuesto que es un problema —de nuevo Nicole me hace notar que no actué como una loca, mi razonamiento es correcto—. Luego tendrán hijos deformes.

—Eso no es cierto —interviene Gabo, a ratos me da la impresión que está de mi lado pero intenta interpelar por Matías—. Tiene que pasar generaciones de mezclas entre parientes para que un niño nazca con problemas reales. Lo explicaron en un capítulo de "Caso Cerrado".

Suelto una risa escéptica y mis amigas lo miran como si fuera estúpido.

—Por más que sea un show de televisión también es una corte real. Se supone que hablan expertos —se defiende. De pronto el tema se desvía y lo agradezco.

Tenerlos a los tres intentando apoyarme aunque terminen discutiendo tonterías me hace sentir menos vacía. El sonido de sus voces llenando el ambiente me reconforta y me doy cuenta que otras personas además de Matías pueden acabar con la soledad a la que esta casa vacía me hunde.