15° Julieta

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Arturo aceptó encontrarse conmigo a solas en el primer recreo. Estamos sentados en el pasto, frente a la pista atlética, un área casi vacía cuando no se está pasando educación física. Me gusta este lugar, no se escucha el bullicio de los chicos del colegio y los árboles crean una sombra agradable con sus grandes hojas amarillentas que van ganando color con tal el invierno se aleja y va llegando la primavera.

Arturo se ve nervioso, expectante a lo que yo vaya a decirle. Aún no he tomado una decisión. Pese a que va ganado en no, le quiero dar una oportunidad para hacerme cambiar de opinión.

—¿Al final vamos a seguir juntos?—me pregunta cuando ya no puede más con la ansiedad.

—No sé. Hay muchas cosas que andan mal y no creo que puedan solucionarse.

—Todo se soluciona. Mira, lo he pensado y he hecho una lista. —De su bolsillo saca un papel arrugado de carpeta y lo desdobla—. Voy a ponerme preservativo siempre. Listo, con eso solucionamos el problema.

Me deja ojiplática, ¿es todo? ¿Así de sencillo se solucionan las cosas?

—¿Esa era tu lista? —le pregunto, esperando que de verdad no sea solo eso.

—No, puse algunas cosas que yo creo que tú también puedes hacer. Como hablarme más de ti, no enojarte por todo, a veces parece que andas con el ceño fruncido siempre; no tomarte todo tan en serio, salir más conmigo y los chicos, te excluyes cuando vamos a algún lado. —Termina de leer.

No le respondo por unos segundos. Me sorprende, jamás hubiera imaginado que Arturo pensara en esas cosas. Yo ya imaginaba que me saltaría con suplicas o recriminaciones y que terminaríamos a los gritos. Después de todo, Arturo sí es razonable.

—Estoy trabajando en todo eso, pero ustedes pueden ser más flexibles con lo que hacemos. Sabes que no me gusta ir a discotecas, o ir a chupar todas las tardes. Podríamos hacer otras cosas —le sugiero. Si él pone sus condiciones, yo también.

—¿Cosas como qué?

—No sé, pasear, jugar algo tranquilo, ver películas. Podemos variar.

—Y a discos una vez a la semana. —Me extiende la mano, como queriendo cerrar el trato.

—Eso es demasiado. Dos veces al mes, al menos conmigo, si quieres ir con los chicos más seguido, no me enojo. —Intento también ser razonable.

Arturo sonríe, me parece tan encantador como cuando lo conocí, y de pronto renacen en mi estómago las mariposas que sentí cuando se me declaró la primera vez. Rechazo su mano y me acerco a sus labios, recordando por qué me gustaba en primer lugar. Nos separamos sin dejar de sonreír y por fin en días considero que puedo ser feliz.

 Nos separamos sin dejar de sonreír y por fin en días considero que puedo ser feliz

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Por tu amor al ArteWhere stories live. Discover now