18º Eterno

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—¿Emma qué pasó estás bien? —Isabel me toca la puerta, seguro está con Laura y apuesto a que Arturo espera afuera.

—Sí estoy bien —respondo de mala gana, me seco las lágrimas y abro la puerta de golpe. Lo último que necesito ahora es compasión.

Me mojo el rostro en el lavamanos y Laura me rodea con un brazo.

—Como que te pasaste un poco ahí, ella solo quería ayudar —la defiende. Eso me molesta. La aparto y salgó a recoger mi mochila que dejé tirada en el pasillo mientras corría hacia el baño.

—¡¿Emma qué demonios pasó?! Ve a disculparte —el director me toma del brazo, se ve furioso.

—No voy a disculparme de nada, solo dije la verdad. ¿A quién se le ocurre venir a vender yogures y dar un testimonio tan insensible?

—Sabes qué, voy a llamar a tu tutor, no te quiero ver el resto del día. Vete a casa y cálmate. No puedes andar llorando y echándole la culpa a todo el mundo por lo que te pasó. Aprende a no auto compadecerte.

—Sí, eso es lo que hago todo el tiempo, llorar en los rincones y auto compadecerme. Mejor voy a hacer eso en casa mientras me atiborro de yogur y salvo vidas. No pensaba quedarme de todas formas. —Cuelgo con brusquedad mi mochila en un hombro y al hacerlo lo golpeo con ella.

Evitando a Arturo o quien sea que se interponga en mi camino salgo del colegio directo hacia la avenida y como una bala me meto en un taxi.

Al llegar a casa de Henry subo corriendo las escaleras, lanzo mi mochila al suelo y la pateo contra la puerta de Matías. Vuelvo a patearla, más fuerte, como si fuera todas aquellas personas a quienes quisiera hacerles daño.

—¡Ey! ¿qué pasa? —Matías sale de su habitación, levanta mi mochila y yo la golpeo con las manos, mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas nuevamente—. Quieta bestia —me dice abrazándome con fuerza, manteniéndome alejada de mi víctima inerte.

—¡¿Por qué la gente es tan estúpida?!

—¿Eso va por mí?

—Sí Matías, mi vida gira a tu alrededor. —No estoy de humor para aguantarlo ni a él ni a nadie.

—Ya, a ver...—me mete a su habitación y me fuerza a sentarme en su cama—. ¿Vas a dejar el berrinche o voy a necesitar meterte en la ducha fría?

—No, ni se te ocurra —lo amenazo, sé que es capaz de hacerlo y luego reírse porque le pareció muy divertido—. Es que vino una mujer hoy al colegio, a contarnos como gastó miles de dólares en viajes y operaciones para salvar su vida y no sé, me molesté mucho porque tenía lo mismo que mi mamá. Le grité de todo y me fui —explico a grandes rasgos, él tiene una expresión neutra, como esperando a que continúe hablando—. Creo que sobre actué y exageré mucho. —Suspiro, empiezo a ver las cosas con más frialdad.

Por tu amor al ArteWhere stories live. Discover now