Capítulo 41: ¡Despierta!

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Victoria se inquietó tanto de la repentina desaparición de su compañera Melissa que echó a correr con exasperación en su búsqueda

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Victoria se inquietó tanto de la repentina desaparición de su compañera Melissa que echó a correr con exasperación en su búsqueda. Lo que menos quería imaginarse es que el individuo tenía como rehén a la rubia para que la muchacha dejara de meterse en sus asuntos o se había deshecho de ella, matándola de la misma forma que a Kimmie. Sólo de pensarlo la angustia era presente en su cuerpo. Melissa no merecía ser prisionera de aquellas dichosas manos que jugueteaban a ser el rey de los misterios. Ella no podía morir, no se lo merecía. Con tan poca edad, una simple adolescente debía de vivir y saber qué cosas maravillosas podía tener la vida. Sucumbir a una dolorosa muerte en Fennoith era lo último que quería pensar Victoria.

Lograba correr sin tropezar por las escaleras, apartando a empujones a ciertos compañeros que impedía su paso. Las quejas y los insultos que género su persona ni siquiera la importó, tenía mas presente a su amiga que a las caras burlonas que la miraban de arriba abajo por su irremediable preocupación. El sudor que cayó por su frente hizo que lo apartase torpemente con su mano. Su corazón latía con ímpetu en su pecho y sus piernas en algunos momentos flaqueaban de tanto correr por el laberinto del internado. Gritaba y llamaba a su compañera a voces, entraba a las clases vacías esperando encontrarla sentada en algún pupitre. Nada. ¿Dónde demonios se había metido?

Tuvo el instinto de salir al patio, el único lugar el cual no había inspeccionado. Odiaba pensar que allí encontraría un rastro de sangre entre la hierba muerta y seca. Todos aquellos pensamientos catastróficos no quería tenerlo, pero le resultaba inevitable preocuparse por su compañera, que en cierto modo le había llegado a tener aprecio, más del que hubiera deseado.
Cuando salió al exterior, su desasosiego se calmó al observar a la rubia intentando maquinar una pequeña fuente para beber agua.

—¡Melissa!

La muchacha dio un brinco haciendo que su pastilla para la depresión se le deslizara de sus dedos y cayera al agua.

—Ah, mierda. ¡Mi pastilla! ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué respiras así? ¿Ha muerto alguien...?

—Vale, estás bien... Estás bien —murmuró para sí misma, recobrando el aliento. La rubia frunció el ceño confusa.

—No estoy bien. Mi pastilla se ha ahogado. ¡Mírala! Se ha ido.

—Olvídalo, tómate otra —dijo ella con desdén.

Caym se dejó mostrar allí, con su amigo Lucas. El castaño le comentó que se había preocupado al tardar tanto en tomarse el medicamento. No obstante, Victoria no admitió la aflicción que también sintió, sólo por el simple hecho de sentir vergüenza ante aquel pensamiento. Nunca consideró tener amigos de verdad, de esos que afirmas que dejarán huellas en tu corazón, y tener en un internado para alumnos con problemas a la amistad que siempre anheló, le resultaba retorcido y de alguna manera adorable. Para ella era un sentimiento nuevo. Algo difícil de explicar.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora