Capítulo 24: Muerte súbita.

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—No os preocupéis, la psicóloga Jenkins ha ido a por tinta para la impresora—informó sosegado—

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—No os preocupéis, la psicóloga Jenkins ha ido a por tinta para la impresora—informó sosegado—. Al dejar su despacho el director me ordenó que lo custodiara, ya que han dado el aviso de que su sobrino está mirando los expedientes de sus compañeros.

La joven respiró aliviada. Por unos instante había sospechado de Dwayne y creyó que el hombre había lesionado a Jenkins. Nadie deseaba tener al hermano de Bellamy como psicólogo, si es que sabía de psicología. No obstante, el hecho de que el se sentara en la silla de escritorio de Laura Jenkins, no era muy normal. Se paseaba por la consulta como si fuera suya. Apenas se sabía de las intenciones de aquel misterioso caballero, no estaba muy claro cuál era su designio al entrar en el internado Fennoith.

Estar en una consulta llena de expedientes de alumnos con problemas y leer sus historias era muy interesante, pero aparte de los expedientes, Jenkins guardaba el bate de béisbol en el armario con el que golpeó a Bellamy. ¿Era posible que Dwayne hubiera visto el bate? Nadie se mantendría quieto en una consulta como aquella sin echar un vistazo a su alrededor. La curiosidad a veces es más poderosa que la ignorancia.

—¿A qué habéis venido los cuatro a la consulta? Tengo entendido que es una por persona.

Hubo una pausa de silencio. Dwayne frunció sus ojos estudiándolos con la mirada.

—Nuestros problemas se lo contamos a la psicóloga Jenkins. Usted no hace aquí las preguntas —respondió Melissa sin mostrar un ápice de nerviosismo.

—Concuerdo contigo, no soy quién para preguntar -se encogió de hombros, restando importancia al asunto.

—¿No es un poco extraño que esté sentado en el lugar perteneciente de la psicóloga Jenkins?—indagó Caym sonriendo con suficiencia.

Dwayne dirigió la mirada hacia él. Hizo una mueca y se apresuró a contestar.

—Soy curioso. Quería saber que se siente poseer un despacho para uno solo. Las sillas giratorias siempre son divertidas, ¿verdad, muchachos?

—Depende de la edad que tenga —contestó el moreno emitiendo una risa burlona.

Dwayne dio una respuesta muy poco convincente. Pareciera que quisiera encajar en la mentalidad de unos adolescentes al responder de esa infantil manera. Para un adulto las sillas giratorias no sería santo de su devoción.

—A ella no le hará mucha gracia verlo ahí. Es una mujer con carácter —alegó Lucas.

—La señorita Jenkins entenderá el porqué estoy aquí, no tienes que preocuparte por eso, chico.

Y sin añadir nada más, los jóvenes se marcharon del despacho. Para sus malas suertes no habían podido indagar en el expediente de Elliot, como pretendían hacer, así que tenían que volver a intentarlo en otra ocasión. Sobre todo por lo malhumorado que lucía Lucas.

Aún estaban intrigados en la actitud oculta del profesor Dwayne y no querían marcharse de los corredores sin espiar la conversación que iba a mantener con Jenkins. Cuando la mujer se presentó en los pasillos, los cuatro fingieron entablar una conversación como buenos amigos en hora de descanso. Laura los saludó con una sonrisa y se adentró en su consulta. El seductor sonido de sus tacones se detuvo cuando apreció a Dwayne en su silla de escritorio. El hombre de inmediato se levantó y esbozó una sonrisa. Ella entornó la puerta ante los ojos curiosos de los alumnados y se apresuró indagar.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora