Capítulo 37: ¿Suicidio?

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"La única forma que he encontrado de escapar de la oscuridad, es haciéndome más oscuro aún, tanto que ni ella misma me encuentre

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"La única forma que he encontrado de escapar de la oscuridad, es haciéndome más oscuro aún, tanto que ni ella misma me encuentre."

El tiempo se detuvo frente a sus ojos, viendo los rostros horrorizados de los presentes del suicidio del muchacho. La rubia se había tapado su rostro con temor del salto de Lucas, y Victoria se hallaba con la boca entreabierta, asombrada de la reacción de su compañero.

Caym soltó un largo suspiro exasperado. En cierta parte estaba asqueado. No necesitaba un alma como la de Lucas Ashworth, ese muchacho no era bienvenido en el infierno. No podía permitirse que un chico lleno de remordimientos y culpabilidad por sus actos surcara los valles del infierno para el resto de su eternidad, ni siquiera en el purgatorio. Carecía de maldad, y aunque hubiera asesinado a su padre, era algo que muy el fondo el chico se arrepentía y Caym lo sabía. Un alma de ese calibre no le interesaba, no lo quería cerca. Él se llevaba las almas negras bañadas en pura malicia y crueldad, no un alma blanca como la del varón, que sólo era víctima de una enfermedad mental.

Agarró al muchacho por los aires y lo colocó en el piso de la azotea. Ver las lágrimas de su rostro detenidas en el tiempo era algo desolador. Sus ojos y su nariz se hallaban enrojecidos.
Puede que lo que hiciera a continuación fuera algo que un demonio no debería de hacer, pero alguien como Lucas necesitaba tener algo de paz por una vez en la vida, en esa psicótica mente. Estaba cansado de tener que apreciar su agónica angustia.

Le borró los pensamientos de querer y desear suicidarse de nuevo. Colocó sus manos en la frente del chico y se concentró en eliminarle todo rastro de quitarse la vida. El suicidio es pecado, su alma sería condenada y Caym no lo necesitaba. No era divertido tenerlo allí. Mejor salvarlo, que condenarlo, aunque eso fuera contra sus normas.

Las memorias de Ashworth rondaron la mente del demonio como imágenes instantáneas, guardándolas en lo más profundo de su retina. Cuando por fin lo obtuvo, hizo que el tiempo volviera circular.

Lo siguiente que apreciaron Victoria y Melissa fue a Lucas tumbado en el suelo, anonadado de lo que acababa de pasar. El pelinegro se cruzó de brazos, con una expresión en su rostro que denotaba seriedad.

—¿Qué...?—masculló el muchacho, consternado. Ni siquiera pudo formular una pregunta ante la falta de información que carecía. No sabía por qué estaba en la azotea.

—Has tenido un brote psicótico. Ya estás bien —mintió el varón, adusto.

Victoria lo miró de soslayo. Sabía lo que hizo, pues a ella también la salvó una vez.

—No entiendo nada...—masculló la rubia negando con la cabeza—¡Lo vi saltar!

—Si lo hubieras visto saltar estaría muerto.—espetó apartándose del resto.

Melissa no pudo evitar sentir alivio al ver que su amigo no se lanzó al vacío, a pesar de lo confusa que se había quedado. Sus ojos avellanas se iluminaron y lo abrazó tirándose al piso con él.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora