Capítulo 13: Teatro.

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Melissa se llevó el caramelo a la boca saboreándolo con gusto y satisfacción

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Melissa se llevó el caramelo a la boca saboreándolo con gusto y satisfacción. Se la veía feliz cada vez que comía un dulce, algo que le resultó extraño a Victoria. Si ya la muchacha era rara de por sí, disfrutaba de los dulces como si aquello fuese un manjar celestial imposible de adquirir. En el internado apenas podías conseguirlos, salvo algún flan de postre en el almuerzo. Pero los dulces que apreció Victoria en la consulta de la psicóloga Jenkins eran demasiados: Había brownies, donas, tabletas de chocolates de todo tipo, golosinas...

No supo qué métodos utilizó Melissa para que la psicóloga accediese a darle todas aquellas cosas. No obstante, no dejaba de ser sospechoso que la rubia chantajease con las chucherías.

—Mi familia murió en un accidente de tráfico—confesó la muchacha esbozando una sonrisa—. La hermana de mi madre decidió mantenerme al cuidado. Ellos eran... eran crueles, me hacían el vacío. Tenían una hija menor que yo. Ella solía echarme la culpa en todo; Si algo rompía, yo era la culpable. Si algo destrozaba, yo era la culpable. Si ella se cortaba con algún utensilio, yo era la culpable. ¿Sabes a quién creían mis tíos? A su hija de sangre, por supuesto. Me privaron de muchas cosas divertidas que mi prima podía hacer. Me trataron como si llevase la peste, como si estuviese loca— La expresión de la joven se volvió sombría. Sus ojos estaban entrecerrados conforme recordaba todas aquellas memorias. Sus manos se volvieron un puño cerrado—. No me dejaban comer dulces, mientras que ella se jalaba todos cuanto quisiera—rompió el caramelo con sus dientes haciendo que sonase un fuerte «crack»—. Así que por eso estoy aquí. creyeron que el accidente de mi familia me dejó lunática. Sobre todo, creyeron las mentiras de mi prima.

Victoria se percató que Melissa contó todo aquello en pasado. Hablaba de su prima como si hubiese muerto. La curiosidad invadió su mente y no tuvo recelo en preguntar por la salud de su prima.

—¿Mataste a tu prima?

—Un dulce a cambio de una respuesta—respondió dando por finalizada aquella conversación.

Melissa se adentró al salón para cenar. Caym miró a Victoria y le dijo:

—¡Qué conversación tan excitante! ¿Te imaginas que Melissa le abrió el estómago a su prima para comerse todos los dulces que se comió? Sería maravilloso.

Victoria hizo una mueca de repulsión y miró a su amigo.

—Espero que no.

—¿Te has creído su historia?—cuestionó alzando una ceja.

—No estoy segura.

—Recuerda que debes indagar en la mente de cada víctima. No puedes matar sin saber realmente su historia.

—Lo sé, por eso robaré dulces de la psicóloga Jenkins. Quizás si miro su expediente la versión de su historia es distinta.

—Puede ser.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora