Capítulo 31: El sótano.

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El profesor Dwayne se había presentado esa misma mañana en la consulta de Jenkins

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El profesor Dwayne se había presentado esa misma mañana en la consulta de Jenkins. El hombre lucía preocupado, y eso a Laura Jenkins le resultó inusual. Apenas lo conocía y en lo poco que charló con él no se le vio intenciones oscuras ni anormales, ni mucho menos abstraído, pero, como bien saben, la mente humana es una caja de sorpresas y en Fennoith no resultaba estrambótico si de pronto a uno del personal del internado se le fuera la cabeza al lidiar con tanta demencia como la que allí se hallaba. Muy cuerdo se lo veía a Dwayne para saber en el lugar que se metió.

—¿Está usted ocupada?—preguntó con cortesía, asomándose por la puerta de madera.

—Ahora mismo no.

Jenkins lo invitó a pasar aún recelosa de sus intenciones. Lo que menos le apetecía es actuar ruda e ignorarlo sabiendo lo persistente que era Dwayne, incluso si lo rechazaba cientos de veces.
No le daba motivos para despacharlo de allí. De todas maneras, quería conocerlo mejor antes de precipitarse y sacar conclusiones absurdas y erróneas. Estaba muy cansada de confiar a la más mínima de un hombre que le brindara una sonrisa. Debía de aprender de sus errores y no caer en la seducción barata y poco molida. Ella admitía, para sus adentros, que sus inseguridades le jugaban malas experiencias con varones y recordar las duras palabras de Caym Sybarloch hizo que la mujer frunciera el ceño, porque sabía que el adolescente tenía razón.

—Estoy algo preocupado por la alumna Victoria Massey.—dijo, haciendo que Laura lo mirara con curiosidad.

—¿Hay algún problema?

—Su actitud es el problema. Es una muchacha que va con la verdad por delante. Se está metiendo en terreno ajeno y a nadie le gusta que se ande de curiosa por sitios donde no debe deambular. Ella es una sangre nueva y no tiene el derecho de indagar en lo que jamás estuvo presente.

—¿Y eso en qué lo daña a usted?

Dwayne se percató de la contestación tan fría de la mujer.

—No es que me haga daño, es sólo que quiero que le llame la atención. Debe de actuar como sus compañeros.

—Usted tampoco estuvo presente en varios de los acontecimientos y aún así sabe la mitad de las cosas que circulan por aquí. Tanto usted, como Massey, habéis indagado en lo que no os incumbe.

—Intuyo que trata de defenderla.

—No estoy defendiendo a nadie. Tan solo digo que no me diga en lo que peca Victoria Massey cuando usted no es un santo.

El profesor soltó un suspiro exasperado. Se acercó a la mujer haciendo que Jenkins se incomodara. Sus penetrantes ojos zafiros miraron los caramelo de ella, con un brillo que le resultó, de alguna manera, inofensivo.

—Si a usted le importa sus pacientes, proteja a Victoria Massey. Llévala por el buen camino, no permita que la devoren —dijo el hombre circunspecto.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora