Capítulo III

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Definitivamente se iba a volver loco sin remedio. Si alguien le hubiera dicho que encontrar a la mujer adecuada iba a ser tan complicado le hubiera endilgado esa molesta tarea a los hermanos Bowser, unos detectives de Bow Street que eran especialistas en encontrar a personas perdidas o que no querían ser encontradas, que para el caso era el mismo.

Volvió a mirar con rencor las hojas de papel que se extendían ante él. Todas rellenas con su pulcra caligrafía y en cada una de las siete hojas una lista de las posibles candidatas. Si tuviera otro carácter habría abandonado la empresa hace días pero se conocía demasiado bien y cuando se encabezonaba con algo era incapaz de dejarlo hasta haberlo realizado.

Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos un instante y sin pensarlo, mezcló las hojas entre sí, levantó la mano y la dejó caer. No se atrevió a mirar de momento, así que abrió primero un ojo sin apenas levantar el párpado pero no veía nada, y pensando que estaba siendo un completo zoquete adelanto el cuerpo y leyó el nombre que estaba bajo su dedo índice.

Wilfrida Steinback.

Maldijo una y otra vez. No podría casarse con alguien que se llamara Wilfrida, no lo iba a hacer aunque se había prometido que esa vez sería la definitiva, pero si no podía romperse las promesas que se hacían a uno mismo.....Tachó el nombre de la lista y se fijó en todos los demás que habían pasado ya por ese proceso. Si seguía así se quedaría sin candidatas.

Aquello era una verdadera estupidez, se volvió a decir intentando convencerse.

Cada vez le parecía más atractiva la idea de pedírselo a Rosamarie Wick. Era de buena familia, educada y algo tímida pero bonita a su manera. Sabía que su propuesta sería bien recibida por su familia y si él hablaba antes con la muchacha y le explicaba lo que esperaba de ella, en el caso de que lo aceptara, no se podría decir que había ido engañada al matrimonio. Muchos conocidos tenían ese tipo de acuerdos y les iba bien, claro que él no estaba en sus casas, ni hablaba con sus mujeres para saber si eran felices.

Su problema es que después de todo no quería que quien compartiera los próximos años con él se sintiera desdichada por su culpa. A pesar de no mantener un lazo afectivo con ninguna mujer, no le gustaba que sufrieran y por eso no había podido evitar ayudar en su día a la mujer de su amigo Nick, Meredith, o a su prima Marion cuando se veía claramente que estaba tan loca por Gabriel como él por ella.

El dolor de cabeza, que parecía no querer separarse de él los últimos días, estaba haciendo de las suyas de nuevo.

Se masajeo las sienes para aliviarse pero lo que realmente necesitaba era despejarse un poco, pensó mientras abría la puerta de su despacho disponiéndose a salir.

- ¡Ambrose!.- Llamó sabiendo que el mayordomo no estaría muy lejos.-

- Milord.-

Damon casi salta del susto al escuchar la voz del hombre justo a su espalda. No sabía como lo hacía pero juraría que tenía poderes para ir de un lugar a otro en el acto. Si no supiera que era imposible, pensaría que su mayordomo no era de éste mundo.

- Eh...bien.- Dijo recuperándose aún de la impresión.- Voy a salir y no sé cuando volveré. ¿Podría pedir que me preparen el faetón?.-

Ambrose lo miró con esos ojos que el pensaba que no tenían vida e inclinó la cabeza antes de marcharse asegurando que lo tendría a su disposición en el menor tiempo posible.

Damon volvió a preguntarse de donde diablos lo habían sacado sus padres cuando lo contrataron. Desde siempre le había parecido fascinante y aunque un poco tétrico, desempeñaba su trabajo a la perfección. Su nombre real no era Ambrose, era algo impronunciable por lo que habían decidido llamarle de esa manera. Era rumano y tenía un fuerte acento a pesar de los años que llevaba viviendo en Inglaterra. Su piel era casi traslúcida y podía asegurar, sin temor a equivocarse, que nunca, jamás lo había visto en el exterior.

Saga Londres 3 " Atrapado en ti "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora