18 La Fotografía

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Ser novia de Alex era algo… ¡sencillamente maravilloso! Pasamos los siguientes días yendo de un sitio para otro, cogiditos de la mano, besándonos en cada rincón… Igual que en la canción de Alejandro Sanz “Los dos cogidos de la mano”, la cual, por cierto, era mi canción favorita en aquellos momentos y la ponía mil veces al día.

En el instituto no tardaron en enterarse de que éramos novios. No había cómo negarlo, ya que Alex apareció en el recreo justo al día siguiente de nuestra formalización como novios y me besó delante de todos mis amigos. Mª Jesús e Irene se alegraron mucho de la noticia y pasaron el día entero interrogándome sobre mi relación con Alex. Sac parecía alegrarse también de que al fin saliéramos juntos, cosa que me sorprendió un poco.

Lo que no me sorprendió fue la cara de sorpresa e indignación de Yamilé. La verdad es que lo único que no me gustaba de mi nueva situación, era que ya no había manera de hablar con ella. Cuando me sentaba a su lado en clase, me recriminaba, y, cansada ya, dejé de intentar hacerle entender nada. Yo entendía bien sus razones, pero no lograba que ella entendiera las mías, algo que empezaba a molestarme muchísimo. Para colmo, no vino a mi cumpleaños (el cinco de marzo) a pesar de haberla invitado, porque “no quería ver cómo me morreaba con un posible asesino…” Desde entonces estuvimos muy distanciadas, y ella empezó a ir a todas partes con Juanpe, el cual tampoco vino a mi cumple porque odiaba a Alex casi tanto como Yamilé.

A parte de eso, pasé un buen día de cumpleaños. ¡Ya cumplía los dieciocho! Lo cierto es que nunca me había gustado cumplir años, ser pequeña me había encantado siempre porque todo te lo dan hecho y no tienes ninguna responsabilidad seria. Por ello pensaba que cuando cumpliera los dieciocho sería un día horrible para mí, sin embargo, me equivoqué. No sé por qué, pero me gustó el comienzo de mi nueva etapa de mayor, ya que sentí, al igual que cuando empezó el año, que algo nuevo comenzaría; eso me produjo vértigo otra vez. Lo celebré después del insti con mi familia en casa, y por la noche en el restaurante “La Mía Mama” con mis amigos y mi novio. Mi novio… qué raro se me hacía llamar así a Alex… ¡aunque me encantaba como sonaba!

Me sentía flotar siempre que estaba con él y también cuando estaba sin él. Comía poco, ya que el estómago estaba lleno de sensaciones, así que la comida no tenía sitio donde meterse. Mis padres y mi abuelo se alegraron de mi relación con Alex, a todos les gustaba él, y eso me hacía aún más feliz de lo que ya de por sí estaba.

Alex siempre me llevaba al instituto en su moto y, nada más vernos, nos comíamos a besos; no llegaba puntual casi nunca. Las clases con Ochoa se convirtieron… ¡en nuestras favoritas! Puesto que, como él echaba a todos los que llegaban tarde, ya tenía excusa para no ir. Incluso habíamos encontrado un rincón donde ocultarnos de todos; se encontraba en la zona boscosa del instituto, los árboles y la escasez de gente lo convertían en un romántico lugar, y la mayoría de los recreos los pasábamos allí.

Nunca tocábamos el tema de sus “socios”, ni hablábamos de la Mansión, ni de nada que pudiera enturbiar la magia que nos envolvía esos días. Hice mil y un dibujos sobre nuestro rincón, nuestra excursión al monte Roldán, nuestros paseos por el puerto, por el Parque Torres, en Cala Cortina, etc. También dibujos de él en distintas posturas, gestos, ropa, ambos besándonos... Fueron unos días de mucha inspiración.

Todo comenzó a torcerse el lunes de la semana siguiente, cuando fui a casa del abuelo, donde Alex y Sac estaban entrenando esa tarde. Nada más llegar y ver la cara de Alex, sabía que algo pasaba. Su rostro era muy serio y cuando me miró lo hizo de manera muy extraña, de una forma que no supe interpretar. Sin embargo, al preguntarle me dijo que nada le ocurría pero que tenía que irse. Esa noche no pegué ojo tratando de adivinar qué podía haber pasado. Al día siguiente, me llevó en su moto al instituto, como hacía todos los días, pero iba con aire taciturno e incluso me besaba diferente, con cierta desesperación y tristeza. Al preguntarle me dijo que no ocurría nada importante, que eran asuntos de la Mansión y que no me preocupara, pero no quedó conmigo esa tarde tampoco.

El Principio del Fin (libro 0 de la saga La Orden del Sol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora