9 Caos en el Zoo

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Un puñado de animales, entre ellos, cebras, jirafas, elefantes y ñúes, corrían despavoridos siguiendo el camino asfaltado, por lo que llegaron justo donde estábamos nosotros en cuestión de segundos.

-        ¡Corre!-grité aterrorizada.

Nos pusimos a correr como locos, y, en cuanto vi una desviación del camino, me metí en ella suponiendo que los animales seguirían recto; por desgracia, Pando continuó hacia adelante.

-        ¡Desvíate del camino!

No pareció haberme entendido, así que retomé el camino para cogerle del brazo y obligarle a que me siguiera, pero los animales ya estaban muy cerca cuando me introduje de nuevo, y me di cuenta de que había cometido un grave error; ellos corrían muy rápido, y la siguiente desviación estaba demasiado lejos. Actué rápido, lo primero que hice fue deshacerme de mi mochila sintiéndome incapaz de continuar avanzando con ella, para después terminar arrojándome a la hierba que se salía del camino, donde empezaba el recinto de otros animales, todo eso en unos dos segundos. Vi cómo los animales pasaban a mi lado sin tocarme, y me sentí como dentro de la película de Jumanji, sin dar crédito real a lo que estaba ocurriendo. Cuando pasaron de largo, comencé a oír gritos de pánico, deduje que los habrían visto un numeroso grupo de gente; recé porque no les pasara nada, y me levanté para buscar a Pando y verificar que estaba bien.

Ése fue otro grave error, ya que nada más dar unos pocos pasos escuché a mi espalda los sonidos de espanto de algún tipo de animal; al darme la vuelta, los identifiqué como búfalos, mientras los vi correr directos hacia mí. Muerta de miedo, traté de retroceder, pero tropecé con mi propio pie cayendo de espaldas, sabiendo que ése sería mi último movimiento. Paralizada por el miedo, observé como la muerte venía veloz hacia mí siendo incapaz de detenerla; cerré los ojos con fuerza esperando el golpe, pero éste nunca llegó. De pronto sentí como me alzaban en el aire y me agarraban con fuerza dos largos brazos, uno sujetando mis piernas y otro rodeando mi espalda.

Al abrir los ojos, me encontré con otros de color caramelo que me observaban alterados.

-        ¿Diana? ¿Estás bien?-preguntó Alejandro con voz agitada.

Muchos gritos de terror llenaban el ambiente junto con otros sonidos de animales y estruendosas estampidas, pero yo, en los brazos de Alejandro, me sentí a salvo de todo eso y rodeé mis brazos en su cuello hundiendo mi cabeza en su hombro.

-        Sí… -musité- ahora sí.

Él no dijo nada, y tampoco me soltó, aunque es probable que fuera porque yo no le soltaba a él. El calor de su cuerpo me reconfortó, el latido de nuestros corazones fue como un tambor que resonaba a vida, vida que hacía unos segundos creí que iba a perder. El olor que el muchacho desprendía era una mezcla de rica colonia de hombre y sudor. Me agarré más fuerte a él, queriendo sentirlo más cerca de mí. Estuvimos así hasta que el sonido de sirenas me devolvió a la realidad, haciéndome recordar que no sabía qué había sido de Pando ni del resto, que debíamos buscarlos.

-        ¡Tenemos que buscar a Pando, lo perseguía una estampida de animales! -le dije mientras le liberaba de mi abrazo-. ¿Dónde están los demás?

-        Están bien, vimos la estampida en una buena posición sin que tuviéramos que correr como vosotros. ¿Por qué os alejasteis?-preguntó entonces molesto mientras me dejaba en el suelo.

-        Estábamos hablando y no nos dimos cuenta, pero eso ahora no importa, hay que encontrarle -finalicé echándome a andar-¡Pando!-grité aunque dudaba que me oyera con el jaleo que reinaba en el ambiente- ¡Pando!

Entonces oímos un disparo y, a continuación, otro.

-        ¿Están disparando a los animales?-pregunté.

El Principio del Fin (libro 0 de la saga La Orden del Sol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora