8 La Excursión

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¡Excursión al zoo de Madrid, el viernes 1 de diciembre para todos los de Bachillerato!

Esa noticia me llenó de entusiasmo, era la última diversión antes de estudiar a lo bestia para los exámenes de fin de evaluación. El día que nos enteramos pasamos el recreo entero hablando del tema, casi todos pensábamos ir, aunque a Yamilé no se la veía muy ilusionada con la idea, por lo que tuve que convencerla.

Los días siguientes pasaron con bastante rapidez, a pesar de que no parábamos de tener exámenes. Inglés, Geografía, Lengua, Matemáticas, otro de Economía (el cual me salió mejor que el anterior, en el que saqué un triste 2,5), Historia de España… una barbaridad. La rutina de estudiar todas las tardes tuve que recuperarla, ya que se me echaba todo encima, y había días en los que deseaba quedarme en la cama hasta que terminara el año.

Con respecto a Alejandro, tomé la decisión irrevocable de no volver a pisar su casa ni de ir a buscarle; aunque me gustara mucho, era evidente que ocultaba muchas cosas y que había algo muy extraño en él y en sus compañías. Lo mejor era no volver a verle.

Por otro lado, Juanpe volvía a la carga conmigo, las últimas semanas había estado tranquilo, pero creo que era porque pensaba que iba tras Alejandro… ¿tanto se me notaba? En fin, en cuanto se dio cuenta que no llegaba a nada con él, quiso seguir intentando salir conmigo, y yo no sabía cómo hacerle entender sin herirle que eso nunca ocurriría. Odiaba esas situaciones… Más encima cuando Pando notaba los tanteos de Juanpe y contraatacaba echándome algún piropo o diciéndome cualquier tontería. Estaba harta de los jueguecitos de ambos, el año pasado solían competir también, aunque de forma más discreta; pero ya no podía hacerme la tonta y pensar que nada iba conmigo. Tenía que hablar claro, lo malo era que, cuando se trataba de los sentimientos ajenos, no era buena explicándome, ya que no resultaba fácil intentar decir lo que siento y a la vez no hacerles daño. ¡Odio estas situaciones! Al final, opté por seguir pasando del tema y responder con evasivas, la mejor forma de no afrontar los hechos. ¿Cobarde? No, no lo soy, simplemente prefiero que la gente descubra lo que siento sin tener que decirlo abiertamente, ¿es eso tanto pedir?

Yamilé y yo, como ya imaginaba que ocurriría, nos unimos más al confiarle mi secreto, y me sentía reconfortada de tener al menos una persona con la que hablar de eso, sobre todo por el hecho de que no me trataba como a una loca, sino que me creía. Ella no duró mucho con David, a las dos semanas ya habían roto, bueno, Yamilé había roto; David quería continuar pero parece ser que ella no encontraba mucha afinidad con él. No tenían “conversaciones interesantes”, fue una de las explicaciones que ella dio. La realidad era que se aburría con él.

Y finalmente llegó el día.

Levantarme a las 4:30 de la mañana no me supuso un gran sacrificio, supongo que cuando hay que madrugar para algo divertido no cuesta tanto levantarse. Mi madre también se despertó a esa hora y nos preparó unos bocadillos de tortilla francesa con paté de pato con pasas, y otros con rodajas de tomate con aceite, sal y queso. Aparte nos metió una bolsa de patatas y frutos secos a cada uno, junto con una botella de medio litro de agua y tres zumos de melocotón, naranja y piña con uva. Por supuesto, finalizó dándonos dos naranjas y dos mandarinas.

-        Mamá ¿crees que voy a poder dar un paso con semejante carga?-renegué queriendo vaciar un poco mi mochila.

-        Vais a estar todo el día fuera, tenéis que tener suficiente comida -me explicó con voz cansina.

-        Y vamos a pasar la mayor parte del día andando, ¿cómo voy a conseguirlo si llevo toneladas de comida a mi espada?-insistí.

-        ¿Por qué no nos das dinero?-sugirió mi hermano-. Pesa menos.

El Principio del Fin (libro 0 de la saga La Orden del Sol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora