Luego de la muerte de sus padres, tres años atrás, Hebe decide que es momento de comenzar de nuevo con su tía.
A miles de kilómetros de todo su pasado, el pequeño pueblo es todo lo que podría desear.
Nadie conoce quien es y por todo lo que pasó.
Com...
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Actualidad
Estaba por tener alguna crisis nerviosa.
Los punteros de mi reloj se movían demasiado rápido para mi gusto y mis pies no podían acelerar su movimiento lo suficiente como para evitar el desastre que se avecinaba.
Sabía con certeza al momento de llamar por un trabajo de verano, que no terminaría bien.
Tenía esa desagradable sensación en mi pecho expandiéndose con el pasar de los días.
Así que tener todo calculado había servido para calmar mis nervios.
Había calculado la distancia entre mi casa y la gasolinera y cuantos minutos me demoraría en llegar. Los minutos en arreglarme, tomar desayuno, ver los últimos detalles antes de salir.
Hasta había dibujado un pequeño mapa en una hoja para no perderme.
Pero las cosas nunca salían como yo las planeaba.
Mi alarma no sonó y cuando desperté solo tenía veinte minutos para llegar al trabajo. A penas había alcanzado a lucir presentable cuando salí de mi casa e intenté encontrar las calles.
Sin resultado bueno.
Haberme mudado hace un par de semanas atrás y no haber salido a recorrer el pueblo colaboró en que me perdiese.
¿Qué impresión daría al llegar? Había dicho que a las nueve en punto estaría en la bencinera y aún estaba en camino, sabiendo que eran las nueve con diez minutos.
Alejé el pánico que lentamente había comenzado a salir de su lugar habitual; en las profundidades de mi ser, donde pocas veces salía.
No necesitaba eso.
Necesitaba encontrar el lugar... luego vería como sobrellevar todo lo que se me avecinaba; conocer nuevas personas, ver rostros desconocidos. Interactuar con varias personas a la vez.
Atender a extraños.
El solo pensamiento hizo que escalofríos levantaran vellos en mi cuerpo, pero no había nada que pudiese hacer para evitarlo.
Ya iba en camino y por nada del mundo, por mucha que fuese la tentación, daría media vuelta para encerrarme en mi habitación.
Mi habitación nueva.
En una casa nueva, en un pueblo nuevo.
Donde no conocía a nadie.
—Vamos, tu puedes —susurré por lo bajo, casi dándome ánimos y me concentré en el lugar en el cual estaba.
Perdida vi las calles y saqué el papel donde había dibujado el pequeño mapa. Tomé la hoja arrugada, bajando la intensidad de mi trote para poder concentrarme en el papel.
