Capítulo 10

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—No estoy arriesgando mi vida al entrar ahí, ¿o sí? —le pregunté a Esteban mientras veía la puerta de metal oxidada

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—No estoy arriesgando mi vida al entrar ahí, ¿o sí? —le pregunté a Esteban mientras veía la puerta de metal oxidada.

En realidad todo el lugar parecía que estuviese por caerse a pedazos.

Una gran bodega que parecía que nunca había tenido ni una pizca de amor en su vida.

Estaba segura que si entraba, podría ver la casa de arácnidos y roedores que no me simpatizaban.

—No, nada te pasará.

Bueno, lo dudaba mucho.

Una picadura de araña que fuese venenosa era una gran cosa.

Un tanto renuente, seguí a Esteban y en cuanto abrió la puerta y me guió hacia el interior, esperé a que el olor a humedad y deterioro me golpeara el rostro.

Junto con miles de enemigos pequeños atacándome.

Pero eso no sucedió.

Hasta me sorprendió el olor a lavanda en el lugar.

Y como este se veía.

Mil veces mejor que su exterior, claramente.

Estaba llena de claridad y me percaté en el gran ventanal en el techo. El cemento de las paredes estaba pintado de un lindo color blanco, el cual se veía limpio e impoluto.

Había poca decoración alrededor, pero me percaté que así estaba diseñado.

Biombos japoneses separaban una parte del lugar con otra, las cuales tenían cosas diferentes.

Era casi como ir a la gran feria de artesanía en verano, viendo todos los stands posibles.

Estuve segura que dejé salir un sonido de sorpresa, pero no me importó.

Ese lugar era digno de admirar.

Caminé hacia la parte que tenía un número uno en grande, y toqué el saco de boxeo.

—¿Qué es esto? —pregunté mientras seguía inspeccionando ese lugar.

—Un saco de boxeo.

Lo miré por sobre el hombro y él se encogió de hombros.

—Me refería a todo, chistoso.

Me dio una sonrisa y le dio una mirada rápida a lo que había a nuestro alrededor.

—Mi santuario, supongo.

—¿Supones?

Me pasé a la siguiente sección, donde había pedazos de madera de diferentes tamaños apilados en una mesa al fondo. Herramientas estaban ordenadas en una caja y en la mesa del centro había una pajarera a medio terminar.

—Por un tiempo este lugar se volvió más cómodo que mi propio hogar. Ahora no es así.

—¿Por qué más cómodo que tu casa?

Sentirse Viva (#1 Sentirse Viva)Where stories live. Discover now