Capítulo 28

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            Elisa sentía que un líquido caliente entraba en su brazo “piensa tonta, piensa. Tiene que haber una forma de escapar” de inmediato la navaja que Chace le diera vino a su mente, la buscó en el bolsillo de su pantalón y con esfuerzo la hundió en la pierna de James, tal y como Chace le dijo le dio vueltas. James gritando la soltó por un segundo, Elisa corrió como pudo en medio de aquella laguna “acá es cuando saber nadar te habría servido mucho” pensaba mientras daba brinquitos para poder salir. Ni bien pisó el suelo de roca la mano de James la sujetaba, volvió a tomarla por la cintura y a pegarla a él.

—    Suéltame imbécil – gritaba, poniendo en práctica sus clases de defensa personal le dio un cabezazo a James, con su codo pateo su abdomen y de nuevo echó a correr, pero James recuperándose jaló su pierna haciéndola caer logrando que Elisa golpeara con fuerza su cabeza contra aquel duro suelo de roca.

—    Te quedarás quieta Elisa – abrazándola por la espalda, tomando sus manos para inmovilizarla la levantaba, ella estaba aturdida por el golpe, había quedado casi inconsciente, y aunque intentaba luchar sus fuerzas eran insuficientes – no lucharas más, no querrás escapar, porque mira – levantaba la cara de Elisa para que observara – Alex está con nosotros – Alex con sangre saliendo por su nariz era sujetado por dos hombres corpulentos.

—    ¡Alex! – alcanzó a decir Elisa aun turbada.

—    Pórtate bien Elisa, o a cada intentó de escapar será tu querido príncipe el que sufrirá. No querrás perderlo a él también, porque Chace ya pasó al mundo de los muertitos. 

Elisa no podía creer lo que James decía, Chace no podía estar muerto.

Vanessa e Ian eran rodeados por Eric y otros tres hombres que lo acompañaban, ambos por instinto se acercaron uno al otro.

—    Ian y su loquita particular – Eric sonriendo se acercaba cada vez más.

—    ¿Qué quieres hermano? – fingía estar muy seguro, aunque nada de todo aquello le sonaba bien.

—    No sé, quizás solo hablar contigo – caminaba de un lado a otro – que Vanessa esté aquí es mi premio gordo – Ian no entendía a qué se refería, Vanessa sí sabía de qué hablaba y tenía mucho miedo de lo que fuera a pasarle – digamos que siempre te he odiado hermano, y cruzaste el límite el día que mataste a Rebeca.

—    ¡¿Qué?! – tuvo que recostarse de aquel árbol detrás de él por la sorpresa.

—    Ah ¿no sabías? – decía con ironía – lo único que sé es que tú la mataste y ella – señalaba a Vanessa – tu loquita nos botó de Chicago como unos perros, si quiera dejó que Rebeca tuviera un entierro digno, oye loquita – ya a centímetros de ella, acechándola tocaba fuertemente su frente con su dedo índice – no eres tan inocente y buena como aparentas – Ella no lo miraba, tampoco miraba en dirección a Ian, quien en ese mismo instante sentía que la odiaba más – bueno hermano que comience tu fin – dos de los fornidos hombres tomaban a Ian de las manos, mientras otro le daba un buen golpe en el estómago que lo dejó sin aire.

—    ¡No! – gritaba Vanessa, intentando alejar a aquellos hombres.

Envenenado de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora