Capítulo 30 parte 2

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El sol abrasador quemaba su piel, un pañuelo amarrado a su cabeza intentaba frenar un poco aquellas gotas de sudor que irremediablemente se formaban en su frente. Estaba siendo un día de arduo trabajo, todos aquellos niños y sus madres se reunían alrededor de aquel gran camión en busca de sus provisiones. Tres cargamentos de alimento y medicina habían llegado al puerto, pero solo uno había podido llegar a Turkana en Kenia.

Estaba decepcionado de toda la corrupción que había, de todas aquellas guerrillas que le robaban todo, estaba luchando una guerra que no podría ganar, pero al menos unos cuantos podrían beneficiarse, no tantos como él quería, pero al menos a unos ayudaba, aunque siempre que veía a un niño morir de desnutrición, con todos aquellos huesos al descubierto la más grande de las rabias dentro de él se desataba ¿cómo podían otros vivir con tantos lujos, cuando otros comían raíces para sobrevivir?

Mejor intentaba no pensar, por lo que recogía los paquetes de comida y agua, y los pasaba a cada miembro de la familia, como deseaba que aquel paquete tuviera algo más, como una buena mermelada, un chocolate, pero aquello era demasiado pedir. Se sentía cansado, ahora más que nunca. Por alguna razón se sentía solo, eran muchos los que lo ayudaban, muchos jóvenes trabajaban a su lado, personas preocupadas por la situación que se vive en todos aquellos pueblos olvidados de áfrica, sin embargo con tantas personas a su alrededor se sentía solo, nunca creyó que la ida de su mejor amiga lo afectara tanto, pero ahora mismo necesitaba de ese positivismo y toque fuera de la realidad que ella le daba.

No eran muchas cajas así que las repartieron rápidamente. Carla la joven doctora no hacía más que quejarse de la falta de medicinas, todos morirían de la malaria, le gritaba y le gritaba. Él siempre sabía llevar bien la situación, siempre sonreía y le decía que tuviera paciencia, que algo harían, pero ahora mismo terminó gritándole que él no era Dios, no podía resolver cada situación, el mundo estaba dañado y él no podía hacer nada para remediarlo, le dijo que lo dejara en paz y que buscara su propia solución, porque él ya no soportaba todo ese peso.

No era nada común que él actuara así, por lo que todos con la boca abierta tan solo lo observaron. No quiso ver a nadie, tan solo se dio la vuelta y se alejó de ahí, quería buscar un lugar en donde estar solo, y tratar de sacar esa bestia que ahora lo estaba consumiendo, en cambio maldijo por no haber ni un solo árbol que le diera un poco de sombra, terminó lanzándose al lado de una roca con aquel sol imponente encima de él. Totalmente vencido comenzó a llorar de ira, de rabia, escondía su cara entre sus rodillas, su vida estaba en exceso llena de muerte, de desesperación, de desconsuelo e injusticia. A los 17 años se había alejado de toda su familia para emprender una vida en la que ayudar sería su más grande riqueza, se fue siendo un soñador que pensó podría arreglar algo, pero ahora tenía 25 años y sentía que se había perdido él mismo en el camino.

Limpiando sus lágrimas volvió al pueblo, por la forma como caminaba y observaba todo, sus amigos supieron que era mejor no molestarlo por ahora, entró a aquella pequeña choza que componía su casa por los momentos, y con todo el cansancio del mundo se lanzó sobre aquello que él llamaba cama. Tenía que hablar con alguien, tenía que hablar con ella, tomó su celular y comenzó a marcar pero nadie le contestaba, le pareció extraño porque ella vivía con el celular al lado, pero dejó de seguir intentando. Del cansancio y el calor se durmió por unos minutos, el sonido de su celular lo despertó de improvisto, apurado contestó, era Nathan un amigo de la ONU que siempre iba a ayudarlo, esperaba que le dijera alguna buena noticia de un nuevo cargamento de comida y medicina, pero en cambio recibió la peor noticia de todas.  Totalmente ido colgó, no podía creer lo que había escuchado, miró aquel mapa del mundo que guindaba en una pared de su cuarto, observaba América, hace tanto que no había vuelto ahí, él mismo se había desterrado de ese lugar que odiaba ¿Podría volver allá? Solo por ella lo haría.

Envenenado de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora