❝Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos❞
-Antoine de Saint-Exupéry
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Harley entró en la casa de Deanna y observó con sorpresa lo cambiada desde el primer día que entró en ella.
Aquel día, todo le parecía tan extraño que incluso la casa le pareció rara, como si fuese muy distinta a todas las que había visto en su vida.
Sin embargo, ahora toda la sala estaba llena de personas bebiendo, riendo y hablando. Eran tantas que a Harley le seguía sorprendiendo. No conseguía acostumbrarse a tener tantas personas a su alrededor cuando había pasado tanto tiempo sola y rodeada simplemente de bosque e infectados.
Casi le parecía una escena cómica. Todos ellos allí dentro, riendo como si en realidad no pasase nada. Ella no quería formar parte de eso. No quería alejarse de la realidad.
Llegó a un punto en el que llegó a considerar que el lugar más seguro era el exterior.
No se movió de la entrada hasta que Deanna la vio y se acercó a ella con una sonrisa.
—Ya pensaba que no vendrías —le dijo a Harley.
—Y no iba a hacerlo.
—¿Entonces por qué estás aquí? —cuestionó ella pero Harley no contestó.
Deanna posó su mano sobre la espalda de Harley y la llevó dentro de la casa. La cantidad de gente que había allí abrumaba a Harley. Sin embargo, se mantuvo firme mientras Deanna la dirigía hacia el final de la sala.
Una vez allí, encontró a un hombre mayor mirándolas con una sonrisa.
—Harley —le dijo Deanna cuando dejaron de andar y se pusieron delante de aquel hombre—, este es mi marido, Reg.
—Encantado de conocerte, Harley —ella simplemente sonrió en respuesta—. Deanna me ha hablado sobre ti. Además, he visto las cintas que grabamos. Eres una mujer sorprendente —ella frunció el ceño.
