Capítulo cuarenta y dos: "Se la han llevado"

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Sorry por la tardanza. Entre que estuve un mes de viaje y en enero tuve un pequeño bloqueo no logre subir capítulo. Perdón y mil perdones!

El aroma ácido de algún producto de limpieza hizo que el dolor en mi cabeza se intensificara. Estaba acostada en posición fetal sobre un terreno irregular y gélido. Hacía frío, extrañamente. Lo único que se oía en aquel lugar era el sonido de los árboles mecerse y el tronar de los relámpagos. Ya debía haber caído la noche, podía sentir el viento golpearme con fuerza y volar hacia adelante mi cabello amarrado con una coleta.

La desesperación comenzó a brotarme desde la boca de mi estómago. Intenté mover las manos para levantarme pero fue en vano, estaban atadas fuertemente con una soga. De todos modos tampoco lograba moverme mucho, ya que ésta ya había comenzado a lastimar mis muñecas. Mis ojos estaban cubiertos con un pañuelo.

Empezó a llover. El viento que ahora me golpeaba se combinaba con el agua que caía del cielo nocturno. No podía quedarme de brazos cruzados. Debía salir de allí lo antes posible.

Entonces, mientras gateaba a través del cuarto, golpeándome con las paredes, comencé a recordar. Nora, Nora estaba allí, ella había sido parte de esto. No me sorprendía, siempre supe que ella no era leal a los Rebeldes. Sin embargo a veces sentía un poco de esperanza por ella. Quizás deseaba que tenga un poco de la esencia que tenía su hermana, guiándome por lo que Justin me contó en su momento.

Pero Paula...

Logré llegar a la ventana, que a simple vista no parecía estar reforzada o ser a prueba de balas. Gente estúpida. No saben siquiera planear un secuestro como la gente. Me mantuve escondida en el espacio entre la ventana y el suelo; solo mis ojos y la parte posterior de mi cabeza sobresalían en el cristal. Afuera estaba todo oscuro exceptuando las luces tenues anaranjadas de las lámparas. Éstas tenían cientos de insectos revoloteando a sus alrededores. La lluvia todavía no se había presentado, pero se avecinaba sin duda alguna, por eso ya comenzaban a guardar los utensilios de trabajo y meter las mesas y leñas dentro de una de las tantas carpas.

Podía ver, si hacía un esfuerzo, la entrada de la cabaña en la que me encontraba. Habían dos chicos, completamente vestidos de negro y enfundados con pistolas en cada hombro. No me sorprendería que ese no sea el único armamento que posean en ese instante.

Fue cuestión de segundos cuando la mirada de uno de ellos se cruzó con la mía. Me escondí como pude. De todas formas sabía que me había visto. Oía sus pisadas aproximarse, y no era el único, eran varios. Más de dos.

Un cosquilleo invadió mi pecho. Pero no me permití mostrarme débil ante ellos. Me senté y los esperé. Mantuve los ojos fijos en la puerta, esperando con cautela que se abra. Y lo hizo a los minutos.

No entró Paula, tampoco Nora. Sino que un hombre vestido completamente de negro y con una pistola empuñada en su mano me enfrento. Debía tener unos cuarenta años cumplidos, quizás un poco más. O tan solo era su postura seria o su imagen descuidada.

—Mira quién despertó al fin.—El hombre desconocido se agachó frente a mí y esbozó una aterradora sonrisa. No me moví—Me han advertido sobre ti.

—Espero que hayan sido cosas buenas.—Me burlé.

Él río—Me han dicho que eras una perra escurridiza, por eso me mandaron a echarte un ojo...—Se puso de pie y jugó con la pistola en su mano —También me han dicho que te gusta hacerte la heroína.

—Bien, te diré algo yo también. —Sus ojos brillaron en pura diversión—No creas que unas estúpidas sogas y un imbécil como tú pueden retenerme. Siempre me las arreglo. Y no me importaría meter una bala en tu cráneo si es necesario.

Él soltó una carcajada que resonó en todo el cuarto.

—No lo harás. —Afirmó en un susurro casi inaudible— Tu hermana podría sufrir las consecuencias. Sé lo mucho que quieres a tu hermana, por más que se haya portado como una perra malcriada contigo.

Evité su mirada. Sin embargo, él se las arregló para tomarme del mentón y obligarme a mirarlo a los ojos. Esos ojos los había visto en otro sitio...

—Ahora, nos divertiremos un poco... ¿te parece? —Sonrió.

(...)

Narra Justin:

Los papeles comenzaban a acumularse en el escritorio. Todos intentábamos poner nuestro empeño en intentar investigar y planear estrategias en contra de los Golden Killers. Eran asesinos, muy cautelosos. Había que ser muy astutos con ellos.

Recordaba haber comenzado con esto al mediodía. Ahora, ya comenzaba a oscurecer y recién me percataba de que estaba lloviendo. Mis ojos ardían de tanto fijar la vista. Supongo que un descanso no le hace mal a nadie.

Tomé un sorbo de agua y me dejé caer en la cama deshecha. Sintiéndola demasiado grande. Todavía no me acostumbraba a la idea de no tener a Kim a mi lado como compañera de cama, y no en el sentido sexual de la palabra. Sin embargo, por más que intentaba comprenderla y buscarle el sentido racional a la situación, no podía hacerlo.

Todavía sentía su aroma en las sabanas, aunque no estuviera realmente ahí. Jamás me imaginé estando así por una mujer, mucho menos ahora, que debía tener mi cabeza completamente concentrada en los Golden Killers.

Quizás debía comportarme como hombre y enfrentarla. No debía escapar como un niño lastimado. La escucharía, y eso quizás fortalezca mis emociones.

La puerta se abrió de repente y una respiración acelerada invadió el cuarto. Me levanté al instante, dispuesto a desatar mi furia por aquella falta de respeto a mi privacidad.

Allí estaba Anna, completamente pálida y sus ojos verdes inundados en lágrimas que no paraban de deslizarse por sus mejillas.

Mi corazón se detuvo por unos segundos. Y me paralicé. Sabía que algo había pasado. Sabía que Kim no estaba sana y salva. Pero no podía modular palabra alguna. Así que ella se me adelantó.

—Es Kim. —Sollozó—Se la han llevado.

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Es un poco corto, pero estoy trabajando en un nuevo capítulo para esta semana, así que no se preocupen.
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—Cía

Deserto » bieber [TERMINADA]Where stories live. Discover now