Capítulo dos: "Los Rebeldes"

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No había sido capaz de pegar un ojo en toda la noche. Ya sea por los sonidos que el viento provocaba en la puerta de entrada, generándome esa leve esperanza e ilusión de que sean mis padres y me expliquen todo este embrolle. 

Pero al final de cuentas, muy en el fondo de mí, sabía que ellos no volverían. O por lo menos, no por ahora. 

No podía quedarme esperándolos aquí cuando posiblemente necesiten mi ayuda. Sea donde sea que estén. 

Así que tomé el bolso negro que llevábamos mi padre y yo cada vez que salíamos de pesca y metí lo indispensable. Luego volvería por más. 

Me coloqué el abrigo y salí de la casa. Todo seguía en un tétrico silencio insoportable. Caminé por el asfalto, observando como mis zapatos estaban repletos de tierra y hasta agujereados.

Me detuve un momento en el pequeño supermercado cerca de mi casa. Las puertas de vidrio corredizas se encontraban rotas y abiertas de par en par. Dentro todo estaba a oscuras y algunas estanterías caídas en el suelo.

Aferré mis manos en el bolso y avancé hasta llegar a los refrigeradores. Tomé algunas botellas de agua; cinco las guardé en el bolso y la otra la abrí para beberla.

Cerré los ojos ante el contacto del líquido con mi lengua. El agua estaba a temperatura ambiente, pero realmente no me importaba, mi boca se encontraba más seca que un desierto. Lamí mis labios secos y resquebrajados y los humedecí con el agua restante que inundaba mi boca. 

Era tan extraño sentir la sensación de no haber bebido agua hace tiempo. Todavía seguía confundida con el hecho de que estaba hambrienta y sedienta, como si hubiesen pasado años de la última vez que comí o bebí.

Me giré rápidamente al oír un sonido proveniente de las estanterías de metal.

—¿Hola? —grité.

Minutos después, una chica salió de entre las estanterías. Vestía completamente de negro, con unas botas altas y pantalones de carga. Sus ojos se encontraban cubiertos por unas gafas oscuras, pero de todas formas, podías notar el verde de sus irises. 

Me quedé en silencio observándola de lejos, ella parecía sorprendida y caminó hacia mí con gran agilidad.

—¿Quién eres tú? —cuestionó, al estar lo suficientemente cerca de mí.

Tragué con fuerza antes de contestar.

—Soy Kim —respondí — ¿Y tú?

—Anna —me dijo ella, cruzando sus brazos sobre su pecho.

—Pensé que me encontraba completamente sola —susurré más para mí misma que para ella —. Quiero decir, desde que desperté en el cuarto oscuro no he visto a ninguna persona.

Anna se deshizo de sus gafas y me miró directamente a los ojos. Sus brazos cayeron sin peso a cada costado de su cuerpo y sus ojos se abrieron con sorpresa, al igual que sus labios.

—También yo —frunció el ceño —. No recuerdo nada desde el martes por la noche. Y he despertado en una casa a las afueras de Crownfield hace dos días. 

Fruncí el ceño y aparté la mirada de ella. Al parecer no era la única que despertó en aquel cuarto oscuro, entonces no era la única abandonada aquí. 

—¿Qué ha pasado con todos? 

—¿No me oíste? He despertado aquí hace dos días, no había nadie tampoco. Sólo sé que, sea lo que sea que haya pasado, ha sucedido hace meses. 

Solté un suspiro retenido y me callé unos segundos. No podían haber pasado meses. Ha sido como acostarme a dormir y levantarme al otro día, no podía haber pasado tanto tiempo.

Anna y yo salimos del supermercado y caminamos por el asfalto hacia otro sitio. Ella me dijo que tenía un refugio improvisado cerca de aquí y que ahí teníamos donde dormir a salvo y poder comer. 

(...)

—Debemos irnos mañana por la mañana —me dijo, llevándose a la boca una cucharada de comida enlatada. 

Su rostro se encontraba iluminado por una vela a su lado. El refugio consistía de una  tienda de campaña en medio del bosque, y para ella, eso era seguridad. 

Ambas nos encontrábamos perdidas en el nuevo mundo desconocido. Pero ahora era ella quien llevaba la batuta, porque, en estos dos días, se había integrado lo suficiente.

—¿Mañana? ¿Por qué? —cuestioné yo, dejando caer la cuchara en la lata, dando por finalizada mi cena.

Anna secó sus labios con una servilleta de tela y la dejó caer a un lado.

—Debí venir aquí porque los Rebeldes amenazaban el vecindario donde yo vivía —suspiró —. Sé que ellos vendrán aquí pronto, y no nos conviene quedarnos aquí para entonces. 

—¿Los Rebeldes? 

—Saqueadores —me miró a los ojos —. Lo único que desean es dinero para largarse de este continente, si es que los demás no están igual. Nadie lo sabe. 

—¿Y qué sucede si no tienes el dinero que quieren?

—Te asesinan —tomó un sorbo de agua —. Sabes lo suficiente de ellos como para dejarte ir. Ellos saben lo que sucedió aquí, pero tienes que tener suerte para que te lo digan.

Tragué con fuerza y entrelacé mis dedos debajo de la pequeña mesa.

—¿Y si mis padres vuelven? —murmuré lentamente.

—Tienes dos opciones; irte e intentar sobrevivir o quedarte y convertirte en puré —tomó mi antebrazo por encima de la mesa —. Yo que tú lo pienso mejor. 

N/A: Holaaaaaaaaaaaaa, ¿qué tal? 

Nuevo capítulooooo

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