Capítulo 1

26.5K 1.9K 532
                                    


¿Y crees que Hipólito alterará mis cadenas y será para mí más humano que su padre? ¿Que se apiadará de mis desgracias?

Suspiré sin poder evitarlo. Tonta Aricia, todo ese tiempo resistiendo a Hipólito solo para que cuando finalmente se confesasen su amor y quisieran ser libres de amarse juntos sin importar lo que pensara el mundo, el padre matara al hijo. Indirectamente, o tal vez no, pero de todos modos seguía siendo filicidio. Al menos Teseo se había arrepentido de haber exiliado a su hijo, aunque no a tiempo para evitar su final. Y Aricia había sido tan ingenuamente feliz por esos pocos instantes antes que el joven que amaba muriera heroicamente defendiéndola y haciendo lo que creía era el bien.

Discretamente deslicé la manga de mi camisa de nuevo en su lugar para cubrir las palabras escritas con tinta en todo mi brazo. No era muy prolijo de mi parte pero las audiciones eran al día siguiente y no había tenido tiempo para memorizar todas las líneas. Si mi vida fuera normal no tendría que preocuparme por esto, estaría tranquila con mi libreto en alguna parte de la oscura y solitaria noche si hubiera decidido escapar de mi dormitorio. Seguramente lo hubiera hecho, últimamente la soledad parecía un triste fantasma del cual no podía huir. Durante tantos años había pretendido no sentir el frío de esta, había luchado rellenando el tiempo libre con actividades y falsos amigos, fiestas sin sentido y tontería adolescente; pero ahora simplemente ya no podía. Esa chica ya no era yo, y ahora que era consciente del frío, no importaba lo que hiciera, no podía pretender que no existía.

Arreglé la falda de mi uniforme y repasé el brillo rojo en mis labios. Me apoyé sobre el lavabo y me miré a los ojos, buscando por la mínima chispa de fuego en ellos. Pero no había nada, meses habían pasado y seguía sin volver a sentir la calidez de la vida. No era por la fría soledad que había aceptado y cargado como mi condena, esto iba más allá del hecho de ya no tener a alguien que me comprendiera totalmente y que sin importar la distancia supiera que siempre estaba a mi lado. No, esto era peor. Perder a alguien dolía, pero saber que ese alguien había sido asesinado por estar dispuesto a proteger mi vida era mucho peor. Lionel lo había matado, por mí, para dejarme definitivamente sola.

Bajé la vista sin soportar mirarme un segundo más. Fue por mí. Lo mató para asegurarse que no volviera a intervenir y salvar mi vida, lo mató para enseñarme una lección. Y no importaba el tiempo que hubiera pasado desde entonces, porque eso no cambiaba nada, y por cada día que me alejaba de su fatídica fecha me acercaba más a la mía. Seis meses, aquel había sido el tiempo que Lionel me había dado. Siendo principio de junio eso me dejaba con algo más que unas pocas semanas antes que él viniera por mí. Mis manos dolían de las interminables horas entrenando y esforzándome, mi cuerpo vivía en tensión esperando por ese momento, mi mente nunca más había vuelto a encontrar la paz.

Me había perdido dentro de esa rutina, porque era el único modo de no pensar, de no recordar. Habían sido unos duros cinco meses, interminables días de agonía y temor. No por mí, había aceptado desde aquella vez que Lionel fue frustrado en su intento por matarme que él no se rendiría hasta cobrar mi vida. Pero temía por los demás. Temía por lo que le sucedería a mi madre si me perdía sin ninguna explicación, porque ella en el fondo jamás creería la cubierta que seguramente el Servicio Secreto le daría para encubrir mi asesinato y aquello la destruiría tal como la destruyó la muerte de mi padre. Temía por mi hermano, él jamás volvería a ser el mismo si me perdía, y me preocupaba cómo reaccionaría a eso. Temía por todo aquel que de algún modo u otro había terminado metido en mi vida, porque si alguno intentaba interferir moriría también. Tal como había muerto Jack.

—Fue rápido —susurré con los ojos cerrados.

Aquello posiblemente era lo único que me daba paz respecto a su muerte, saber que al menos había sido rápido y no había sufrido. Un disparo en la cabeza, muerte instantánea. Sin dolor, sin lenta agonía, nada más que un segundo inesperado y al siguiente nada. Simplemente nada. Lionel no solo había matado a su propio hijo para sacarlo de su camino y causarme dolor también, sino que además había mandado a alguien a deshacerse de su cuerpo. ¿Pero quién era yo para sufrir al respecto? Solo una chica de casi diecisiete años. Había visto las miradas de quienes sabían en mí, como si esperaran que el tiempo eventualmente curara esa herida y perdieran las esperanzas al ver que aquello no estaba sucediendo.

Romanov (Pandora #5)Where stories live. Discover now