Capítulo 41: El apoyo de un aprendiz

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-Barnie es un dinosaurio que vive en nuestra mente y cuando...

-¿Quieres callarte de una vez?-me grita la chica frente a mí con cara de sociópata.

Asiento repetidas veces y decido obedecerle.

No podía quitarme la horrorosa imagen de la anciana bruja en mi cabeza torturando a Elízabeth frente a mis ojos. Esta se encuentra en el suelo sujetada por cadenas bañadas en Luz de Sol, un elixir que daña a brujas y vampiros. No sabía qué hacer, jamás me había sentido tan inútil en toda mi vida, lo mejor que podía hacer era cerrar los ojos e ignorar sus gritos de dolor. Jamás había visto a Elízabeth Rose sufrir, a decir verdad, ni siquiera se me había ocurrido la idea de que ella sintiera tal cosa.

-Elízabeth todo estará bien-digo tratando de suavizar la situación, aunque era inútil, ni siquiera podía mirarla a los ojos sin tener aquellas inmensas ganas de llorar, pero sé que eso no le ayudaría, sé que a ella lo que menos le gustaba era verse débil, y el hecho de que yo lo supiera, le disgustaba aún más.

Está destrozada, moría de sed, lo sabía por la forma en que se sujetaba de las cadenas y tapaba su rostro con su cabello cada vez que me movía. Ella trataba de resistirse, algo extraño viniendo de una vampiro de su clase. Justo ahora, Elízabeth Rose tenía la oportunidad de matarme y no parecía disfrutarlo en lo absoluto.

La duda del porqué daba vueltas en mi cabeza, en busca de una respuesta coherente. Pero no encontraba nada que encajara.

-No...no te acerques Sarah-su voz sonaba entrecortada, pero aun así aquello lo había dicho como una orden.

-Te sacaré de aquí...lo prometo-susurro.

En ese instante la puerta se abre dando paso a la maldita bruja que había estado aquí hace un rato.

¿Qué era lo que quería?

¿Venía a torturarla más?

¿Acaso no era ya suficiente dolor?

-Shhh-chita-. Bien, veo que te resistes ehh-se acerca a Elízabeth y le rocía un poco más de luz de sol.

Cierro los ojos por acto reflejo mientras que los gritos arrasadores de Elízabeth me rompen los tímpanos.

-Y tú-se vuelve hacia mí-. Eres una simple humana...-hace unos asquerosos sonidos con su boca-. Veamos cuanto tardas en morir-dicho esto se retira de la habitación dejándonos a la vampiro y a mí solas, de nuevo.

-Elízabeth...hallaremos alguna forma de salir lo prometo-susurro.

-No, Sarah, no hay escapatoria-me dice con desgana. Ella se había rendido, así de simple. ¿Era eso posible?

Una parte de mi me decía que Elízabeth tenía razón, aunque tratara, ¿Cómo saldría de este lugar? ¿Cómo me desharía de una bruja?

Yo era una humana. Sin fuerza, ni velocidad, reflejos o poderes con los que defenderme.

Pero no podía dejar que se desecara así como así.

Debo sacarla de aquí.

Fue ahí cuando una idea pasó por mi cabeza, era arriesgada, demasiado a decir verdad, pero no tenía otra opción. De todas formas si no funcionaba, moriría.
Estaba a punto de avisarle a Elízabeth sobre mi plan cuando un ruido a mi derecha me pone en alerta. La bruja vuelve, ahora con más liquidos extraños entre sus manos.

-Psss, Elízabeth-intento llamar su atención, sin embargo esta no responde-. Psss- la sacudo ligeramente con mi pie.

Cuando abre los ojos, apunto con mi cabeza hacia el frasco de Luz de Sol que hay sobre la mesa a mi derecha.

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