Álvaro y Eva se quedaron solos en el apartamento después de que se fueran Carol, Lucia y Blas hacía pocos minutos, después de insistir varias veces en que salieran con ellos a cenar por ahí algo y que después volvían.
- ¡Por fin! – exclamó Álvaro riendo, cerrando la puerta y yendo a sentarse con ella de nuevo en el sofá.
- Eres malo, ¿eh? Te alegras de que se vayan después de que vienen de visita… - se rió ella mirándolo.
- Una cosa es de visita y otra es que vengan para llevarte con ellos. – se rió mirándola.
Ella negó con la cabeza divertida y sonrió.
- ¿Estás seguro que quedándome aquí estará todo bien? No quisiera que tuvieras problemas por mi culpa con todo esto. – lo miró.
- No te preocupes por eso, pequeña, no tiene importancia. – le sonrió acariciándole la mejilla, justo en el sitio donde su mentón estaba amoratado, ella hizo un pequeño gesto de dolor - ¿Te duele?
- Solo si me rozo con algo. – sonrió, puso su mano sobre la de él y se tocó el morado, seguido del que tenía en el pómulo derecho -. Dentro de un par de días se podrá tapar con maquillaje y no se notará nada.
- Es una lástima. – dijo pasándole los dedos con cuidado de no hacerle daño.
- ¿El qué? ¿Qué se pueda tapar con maquillaje? – preguntó mirándolo sin entender nada, alzando una ceja.
- No… - se rió, negando con la cabeza divertido. La miró a los ojos quitándole un mechón de pelo que caía sobre ellos -. La lástima es que tengas que tapar una piel tan bonita con una capa de maquillaje. – le sonrió.
Eva se ruborizó y apartó la vista, bajando la mirada hasta sus piernas.
- Incluso cuando te ruborizas estás preciosa. – le dijo riendo.
- Sobre todo ahora. – dijo irónica, levantando la mirada con una pequeña sonrisa.
- Estés como estés, eres preciosa. – le contestó cogiéndola por la barbilla con cuidado y besándola dulcemente.
Ella se ruborizó aun más y él sonrió al notar como sus mejillas se calentaban, pero no rompió el beso hasta unos instantes después. Al separarse de ella, puso su frente sobre la suya y sonrió.
- ¿Quieres ver el piso?
- Claro. – sonrió ella.
- Ven, te lo enseñaré. – sonrió levantándose. Le extendió la mano y ella la cogió sin dudar -. Bueno, el salón ya lo conoces, - se rió mirándola, haciendo que ella también se riera un poco – vamos a la cocina. – la llevó a una puerta que había junto a ella, donde dejó ver una cocina pequeña pero que parecía cómoda para cocinar -. Es pequeña, pero te apañas bien a la hora de cocinar. – sonrió mirándola, salieron de la cocina y se metieron por el pasillo -. Bien, esta es mi habitación. – dijo señalando una de las puertas, la abrió mostrándole una habitación amplia con una cama en medio bastante grande, con un par de estanterías con libros y música, se giró hacia la puerta que había enfrente de la de él -. Esta es la de invitados, la tuya a partir de hoy. - sonrió abriendo la puerta y pasando detrás de ella.
- Álvaro, ¿de verdad que me puedo quedar contigo? No quiero molestar y… - dijo mirándolo insegura.
Él le puso un dedo sobre sus labios y le sonrió.