Cuando llegaron al hospital, Eva se acercó a la recepcionista que la había acompañado el día anterior al despacho del Doctor Gazquez para hablar con él sobre lo que podía hacer para llevarse a su madre al tanatorio y enterrándola cuando antes.
- Lo siento, pero tiene que hablar con el doctor para que le dé la información que necesita. – respondió la mujer amablemente.
- ¿Y dónde podemos encontrarlo? – preguntó Eva con semblante preocupado.
- Ahora mismo está operando, si esperáis una hora más o menos, estará en su despacho. – les sonrió.
- Vale, muchas gracias.
Eva se giró hacia Álvaro con una mueca, él estiró su mano hacia ella, que la cogió con media sonrisa, él tiró de ella y la abrazó por la cintura.
- ¿Vamos a la cafetería y desayunas algo? Sé que no has comido nada desde ayer por la mañana.
- No tengo hambre. – dijo con una mueca.
- Tienes que comer, Eva, te vas a poner mala. – dijo mirándola.
- Pero…
- Ni peros ni peras, vas a comer algo aunque tenga que dártelo yo, ¿entendido? – dijo mirándola serio.
- Está bien. – respondió desganada.
Álvaro sonrió y le dio un fugaz beso en los labios, tiró de su mano y la condujo hasta la cafetería. La hizo sentarse en una de las mesas y él fue a pedir algo para ella. Al volver, llevaba en una mano un café con leche y en la otra unas tostadas de mermelada de melocotón, lo puso delante de ella y la miró.
- ¿Pretendes que me coma todo esto? – preguntó ella señalándolo todo con una mano.
- Al menos te tienes que comer la mitad, ¿eh? Si no me enfadaré.
- Parece que me trates como a una niña pequeña. – sonrió poniendo el sobre de azúcar al café.
- Como si lo fueras, venga, que te vea. – le sonrió señalando el plato con las tostadas.
Eva suspiró y cogió una tostada, dándole un pequeño bocado, después otro hasta que se la comió entera.
- ¿Tú no quieres? – preguntó acercándole el plato a él.
- No, no te preocupes, tú come. – le sonrió.
- ¿Seguro? Puedo ir a pedirte algo… - insistió señalando la barra con la mano por encima de su hombro.
- Voy a pedirme un café y vuelvo, cuando vuelva, no quiero que quede en el plato ni una miga, ¿eh? – dijo levantándose de la silla con una sonrisa.
- Que sí, pesado. – se rió bajito.
Él le sacó la lengua y fue hacia la barra, esperó un poco y un par de minutos después, regresó a la mesa con ella, poniendo un café con leche delante de él. Eva suspiró y le dio un trago a su café.
- ¿Sobre qué crees que querrá hablar el médico? – preguntó mirándolo preocupada.
- No sé, seguramente será porque hay que firmar algunos papeles… - se encogió de hombros, dando un trago largo a su café.
- No creo. – lo miró seria – Cuando hablé con él, no parecía muy convencido cuando me dijo que la vecina de mi madre la había encontrado porque se había caído por las escaleras. Y cuando la vi antes de que se la llevaran al quirófano no tenía pinta de eso, solo con verla saltaba a la vista que le habían dado una paliza. – añadió con ojos brillantes.