Capítulo 60

51.7K 2.1K 250
                                    

Rafaella.

Cuatro días de encierro después de que desperté y ya no soporto un día más. Máximo ni siquiera me deja moverme de la cama. Los primeros días han sido... ¿Complicados?, he llorado porque me dolían un poco las heridas y de impotencia también, pero me he vuelto a levantar porque a mí nadie me va a joder, ni mucho menos arruinar mi vida.

Esta casa es diferente a las casas que le he conocido al pelinegro, es completamente blanca con toque más neutrales y hay pocas cosas de color negro, una mínima cantidad. Es como vivir en un mundo de paz constante.

Él es el encargado de cocinar y para mi sorpresa, lo hace muy bien, todo lo que he probado hasta el momento me ha gustado.

También jugueteamos con Erebo porque el león necesita agotar energías, lo saca a correr todas las mañanas y juegan a tumbarse al piso. Podría jurar que ese es el juego favorito del animal.

Por las tardes nos duchamos en la bañera, luego hace la revisión diaria de mis heridas y las respectivas curaciones. Gracias al cielo casi ni se nota que he sido encadenada y golpeada durante días enteros, por el contrario vuelvo a ser yo.

He mejorado mucho con el pasar de los días, ya me siento mucho mejor, tengo algunas cicatrices en la espalda que también han sanado como se esperaba y ya puedo caminar sin ayuda, lo único que no puedo hacer es nadar, eso implica más fuerza de la que poseo en este mismo instante.

Hoy me ha quitado el vendaje de mis rodillas y he podido ver que han quedado pequeñas secuelas de los cortes y la planta de mis pies se ha regenerado rápidamente.

No me ha dejado trabajar en mi laptop y me tiene básicamente como una prisionera y no puedo dormir de noche porque duermo durante todo el día y paso noches en vela acariciando su cabello.

Al inicio me costaba sonreír, he tenido que aprender a hacerlo de nuevo.

Me remuevo tratando de buscar una posición donde me sienta más cómoda.

-¿Te duele algo?-miro su pecho cuando escucho su voz.

-Me duele un poco la herida del abdomen.-me muevo dándole la espalda pero el dolor no me abandona.

-Dormiré en el sillón para que estés cómoda.-intenta levantarse pero lo detengo tomándolo del brazo.

-No. Acuéstate.-vuelvo a girarme para encararlo, doy palmaditas en la cama para que regrese a donde estaba.

-Dormiré sentada porque así no presionare tanto la herida.-me ayuda a sentarme.

Trato de llevar mi cuerpo hacia la cabecera de la cama.

-Déjame espacio.-toma lugar detrás de mí, pegando su espalda al respaldar.-Mi pecho será más cómodo.

-Pero no podrás dormir y estarás incómodo.

-¿Que dices? Si estar contigo es lo más cómodo del mundo.-sonrió. De verdad agradezco que haga esto porque descansaré mejor con mi cuerpo recostado a su pecho.

Cruza sus brazos por delante de mi abdomen, abrazándome.

Nos quedamos en silencio hasta que vuelvo a hablar, pienso en tocar un tema desconocido que hare presente ante sus ojos.

-Quiero verte bailar como lo hice en Londres.-me toca la frente de inmediato.

-No tienes fiebre pero estás desvariando.

-No seas tonto.-separo su mano de mi frente.

-Nunca hemos ido juntos a Londres, preciosa.-tiene razón pero no completamente.

IMPERIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora