#oneshot XI

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NARRA VANESA

No pude borrar la sonrisa de mi cara durante el rato que Mónica estaba hablando. Siendo sincera, hacía unos segundos que, inevitablemente, había dejado de escucharla; ver su cara mientras me contaba algo que le gustaba tanto me hacía perder la cabeza por ella, incluso, un poco más, y me obligaba, de igual modo, a focalizar mi atención única y exclusivamente en sus ojos y en las expresiones que hacía con su boca y su nariz.

-¿Me estás escuchando? -rió, dándome un golpe en mi pierna derecha.

Asentí con la cabeza, riendo con ella. Me había pillado.

Estábamos en el sofá de mi piso del centro de Madrid; hacía ya algunas horas que habíamos compartido una cena para dos en un restaurante próximo, y tras pagar la cuenta, la había invitado a tomar una copa arriba. No era la primera vez que repetíamos un plan similar; llevábamos unas semanas viéndonos y compartiendo muchas horas de conversaciones y risas. Mónica y yo nos habíamos conocido de manera casual, pero también nos dimos cuenta que entre ambas hubo de modo veloz una conexión nada común, y que no sentíamos de manera habitual con otras personas.

Verdaderamente, hacía ya días que yo era consciente de que lo que sentía por ella. Me gustaba compartir el rato con Mónica, me gustaba contarle mis cosas y que ella me contara las suyas y me gustaba reír con ella hasta que me doliera el abdomen; sin embargo, también me gustaba mirarla cuando ella creía que no lo hacía, repasar con atención las pequitas que tenía al rededor de su nariz y fantasear con un hipotético futuro juntas. Mónica me gustaba.

Lo que ella sentía por mí, sin embargo, continuaba siendo un misterio. Cuando la conocí, rápidamente me di cuenta de que era una mujer hermética y que cuidaba mucho lo que decía o confesaba de sus sentimientos y pensamientos; a medida que fuimos cogiendo confianza, me fue soltando pinceladas de aquello, maravillándome y generado que el pecho se me llenara de mariposas. Sabía que estaba a gusto conmigo, que disfrutaba de mi compañía y que le encantaba tanto como a mí salir a comer y a cenar juntas; lo que no sabía es si aquellos encuentros los vivía igual que con otras amigas, o si significaban mucho más y eran el mejor momento de la semana para ella. Como me sucedía a mí cada vez que la veía.

-Te estaba escuchando -reiteré, logrando convencerla un poquito más -¿otro gintonic y me sigues contando?

Me levanté del sofá con nuestras dos copas sólo llenas de hielo, con intención de preparar otro par de bebidas para continuar con nuestra velada.

-Vane, me voy a emborrachar -me dijo levantándose y siguiéndome hasta la cocina -que ya hemos bebido vino cenando.

Sonreí, cogiendo más hielo del congelador y haciendo poco caso a lo que me estaba contando.

-Del vino ya hace un montón de tiempo -justifiqué -además, no tienes que conducir.

Levantó su ceja derecha, no del todo convencida.

-Bueno -dijo con la boca pequeña.

Reí, volviendo a focalizar mi atención en lo que estaba haciendo sobre la encimera. Mónica cogió dos tónicas de la nevera y les quitó la chapa, facilitándome la tarea. Le sonreí agradecida.

-Borracha hago muchas tonterías -volvió a hablar, seguido de una risita.

Me cuerpo se tensó de pies a cabeza. No quise pensar mal de lo que había dicho, pero mi cabeza me jugó una mala pasada, e inevitablemente fantaseé con el hecho de que aquellas tonterías de las que me hablaba tuvieran que ver con estar desnuda en mi cama, por ejemplo. Me obligué a apartar ese pensamiento de la cabeza rápidamente.

-¿Última tontería que puedas contarme?

Me giré y la miré, esperando a que me contara. La vi sonrojada y solo me hizo disfrutar más de la escena. Pensó brevemente, como haciendo memoria, y me respondió.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now