#oneshot III

1.3K 75 11
                                    

Mediados de noviembre. 2016.
_____________________________

NARRA VANESA

Me desperté algo desubicada. Sentí en seguida un cuerpo pegado al mío, y tras tres segundos de reflexión, me acordé de lo sucedido la noche anterior. Sonreí aún sin abrir los ojos.

Mónica y yo habíamos pasado nuestra primera noche juntas. Había sido completamente inesperado, improvisado y mágico. Bajamos a cenar juntas, a un restaurante próximo a su casa, y ya que habíamos acabado relativamente pronto, me invitó a subir y tomar una copa juntas. De aquella primera copa habíamos viajado a una segunda, y de algún beso tonto, o no tan tonto, a quitarnos la ropa.

Sabía, porque ella así me lo había contando, que nunca se había acostado con una mujer. Traté de no correr, de ser sutil y de brindarle mi mayor cariño; me encantó saber que así lo había percibido, y que había disfrutado tanto como yo de la noche. Le pregunté mil veces si se encontraba bien, y me respondió otras mil que sí. Ahora la tenía pegada a mí, con su culo desnudo en mi pelvis, su nuca en mi nariz y su olor alimentándome desde primera hora de la mañana. Un paraíso.

Traté de no moverme para no molestarla. Oía cómo respiraba profundamente, indicándome que estaba sumida en un placentero sueño. No pude evitar volver a cerrar los ojos y recrear en mi cabeza cada momento de anoche. Si no me hubiera dicho que nunca había tocado a una mujer, muy probablemente, no lo hubiera pensado jamás. Me había hecho disfrutar mucho, y sobre todo, había disfrutado yo tocándola. Llevaba ya unos cuantos días fantaseando con hacerlo, y mis expectativas habían sido, incluso, pocas, al cumplirlo.

Noté como se movía y se acercaba todavía más a mí. Puso su espalda contra mi pecho, y yo me tomé el lujo de posar mi mano izquierda en su vientre, maravillándome con su suave tacto. No podía creerme estar despertando al lado de semejante mujer.

Con un dedo aparté sutilmente un mechón de pelo que caía por su cuello, tratando así de poder verle la carita y tener de ese modo la experiencia perfecta. Lo logré y ante mí quedó su perfecto perfil, el cual comencé a estudiar con el privilegio de saber que no se estaba enterando de nada; comencé por su frente, bajando a sus perfectos ojos, que aunque ahora estaban cerrados, sus kilométricas pestañas eran el preámbulo ideal de los mismos. Continué por su nariz, llegando finalmente a sus labios, que tantísimas veces había probado la noche anterior. Deseé volver a besarla cuanto antes. Con la yema de mi dedo acaricié la zona, comenzando por la sien y bajando hasta su mentón. Repetí aquel placentero viaje hasta tres ocasiones, hasta que noté que se había despertado.

Sacó su mano del edredón y se frotó los ojos. Luego se estiró, emitiendo un tierno sonido por la boca. No me perdí detalle. De pronto, giró sobre sí misma, pegando su pecho al mío y quedándonos frente a frente. Sus ojos seguían cerrados. Volví a repetir las caricias de mi mano por su cara.

-Esto sí que son buenos días -pronunció con la voz ronca.

Me volvió loca.

-¿Has dormido bien? -pregunté sin cesar mis mimos.

-Muy bien -respondió -¿y tú?

Abrió sus ojos y por fin se posaron en los míos. Deseé despertar así muchas veces más, a lo largo de mi vida.

-Mejor imposible -susurré.

Me acerqué algún centímetro más a ella, rozando nuestras narices. Necesitaba besarla. No me hizo falta desearlo mucho más, porque fue ella misma la que agarró mi cuello y juntó nuestros labios, en un suave pero tierno beso. Sabía igual de bien a primera hora de la mañana que a última de la noche.

Se separó a los segundos, pero manteniendo nuestras frentes pegadas.

-Qué raro se me hace -dijo en un susurro.

Nadie más que túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora