#oneshot VII

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Una mañana de domingo de comienzos del 2017.
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NARRA VANESA

Desperté oyendo la alarma al otro lado de la cama. Sentí rápidamente como mi cuerpo y el de Mónica estaban anclados con firmeza el uno al otro, y como ella estiraba su brazo derecho y golpeaba su móvil, para que dejara de sonar. Cinco minutos después se repitió exactamente la misma situación, y otros cinco después, de nuevo.

-No quiero -oí como se quejaba y se acurrucaba aún más en mi cuello.

Yo sí que no quería. La noche anterior había ido a buscar a Mónica tras terminar de trabajar, sobre las diez de la noche. No era habitual que compartiéramos las noches del sábado, ya que ella salía agotada y se iba a dormir temprano, pero aquel día la eché tanto de menos, que decidí sorprenderla, a pesar de repetirse la dura jornada al día siguiente de nuevo. Aquel madrugón era consecuencia de esto último.

-Buenos días -susurré tan adormilada como ella.

Mis manos acariciaron su espalda desnuda por dentro del edredón, provocándome un placer enorme sentirla así de calentita y de suave. Mónica movió lo suficiente su cuello como para apoyarse en la misma almohada que yo y pegar su nariz a la mía.

-Buenísimos -respondió en el mismo tono.

Sonreí. Sabía que tenía tan pocas ganas de comenzar el día como yo, pero el despertador sonando una última vez nos obligó a incorporarnos finalmente y a salir de la cama. Mónica corrió a la ducha mientras yo viajaba a la cocina, para preparar un buen desayuno y así afrontar aquel día con un poco más de alegría; tosté pan, hice una jarrita de zumo y un par de cafés bien calientes. Aún no había terminado de echarles azúcar cuando la sentí aparecer, ya duchada y vestida para salir de casa cuanto antes.

-Qué bien hueles -la piropeé acercándose a ella y dándole un breve beso -¿te apetece un zumito?

Me sonrió feliz y aceptó el vaso que le ofrecí. Me rogó otro beso, un poquito más sentido que el anterior, y yo se lo di. Nos sentamos a los pocos segundos en la mesa de la cocina, mientras me contaba el largo día que le venía por delante y lo poco que le apetecía.

-Ojalá quedarme contigo y pasar el domingo juntas -musitó mientras revolvía el café -se me hace especialmente duro irme hoy.

Estiró su brazo y peinó mi coleta, que me había hecho mientras preparaba el desayuno. Yo, por mi parte, estiré mi mano y toqué sus piernas, extremadamente suaves debido a que se las acababa de embadurnar de crema tras el baño.

-Yo también querría quedarme contigo -le confesé -pero, si te apetece, esta noche recuperamos el tiempo perdido.

Se le iluminó la mirada; lo noté a la perfección.

-Por favor, sí -me pidió.

Reí ante su entusiasmo y ruegos. Me estiré y besé su moflete, mientras ella me hacía una tierna caricia en la cara.

-Estaré pensando en ti todo el día -me dijo tras unos segundos de silencio.

-¿Si? -me giré risueña -¿todo el día?

Mónica rió esta vez y torció su cabeza, mientras ne miraba de cerca.

-Todo el día.

-¿Incluso cuando estes en el informativo? -insistí -¿en directo?

-Incluso, sí -volvió a decir.

Sonreí, imitando su sonrisa. Fue en ese momento cuando se me ocurrió una fantástica idea que de forma veloz me hizo fantasear.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now